domingo, 25 de enero de 2009

Alergias de bolero








El muelle sostenía una impúdica luz oscura. Las maderas gastadas, una hilera chocolate, desasosegada hacia el abismo de las aguas. Ema frente a él era sólo una hembra lamiendo sus heridas. Cuántas veces recorrió ese muelle. Pomposa en moños, protegida de las manos de su padre. En celo, en marcas de sus garras, por amor o por defensa; con letras de boleros. Preñada casi en tenue movimiento con su vientre. Madre animal limitando territorio.

Ajena, ahora al viento y al adiós con Agustín. Había vuelto a visitar los rastros que el muelle le ha guardado. Su historia se mece ante la flojera de estructura. Canta casi en danza con el río. Cantan las ranas. ¿”Se revientan los sapos de amor?”. La realidad no es superflua, es sucesión.

Suena un clic de su cámara fotográfica y el animal, que dormía dentro de ella, revienta también junto al sonido. Quedan las huellas y la foto, ligadas a un río que nunca acaba de vivir.




sábado, 24 de enero de 2009

LR3 -Fama de marfil

Malena canta el tango con voz de sombra

Malena tiene pena de bandoneón…

Homero Manzi

Yo fui Malena. Lo repetía a quien quisiera o no escuchar. La encontré en una foto blanco y negro, de un pasado en bogas de estudio de radio. Vestido cerrado con la imagen de un temple que entonces no necesitaba mendigar ser entre la multitud. Desde sus ojos austeros y jóvenes, parecía decir que el mundo y el tango eran su posesión; desafiaba entre sus brazos cruzados, confiaba en su voz y un micrófono.

Dicen que la intriga murió con Manzi, ¿atestiguó una Malena real? Ella dice haber sido la inspiradora. La foto decía que su pelo era negro y que cantaba el tango como ninguna.

Y era cierto, mimaba los años 40, y la gente se sentaba en cada rincón donde una radio la dejaba oír. Pero como Malena, a esta mujer con otro nombre, con años de beberse en fama; le pasó ocre el amor, descosido por el tiempo y el tiempo descosió su Buenos Aires.

Hay una voz ronca repitiendo a solas algún tango, un placard lleno de brillos, del brillo que vendiera miles de pastas de sus discos; y una mujer que sigue deseando un hombre que se juegue por ella.

Hay una calle que cambió el ritual y sus Malenas¸ que hoy se llena de artistas callejeros, cartoneros, turistas, urgentes empleados con cartera y hasta otra triste clase de pobreza; bajo fondo de una música despierta griteríos; olvidada y acercada a la trágica letra de los tangos.

Hay una falta de rincones y sus gentes, sentándose junto a la radio, para enmudecer en emociones con la letra en dos por cuatro de Malena.



mabel casas 29-9-08




Referencia: Homero Manzi autor de la letra del tango Malena, música de Lucas Demare

La foto es de la cantante Nelly Omar desconozco su autorr

http://www.todotango.com/spanish/creadores/images/nelly_orquesta.jpg



domingo, 11 de enero de 2009

Qué suceda








Le dije tápese la boca y corra Juan, que nos salvamos.

Los marzos se repiten igual que los remolinos del arenal.

De fija el calor aprieta, casi en rezago, siempre en marzo. Y allá abajo como siempre también corren las aguas entre las piedras, demasiado lejos para borrar la volante convulsión que sofoca.

Si marzo lloviera, si, marzo soplara el río hacia arriba; tal vez gozara de fama por aplacar ahogos clandestinos, de este áspero torbellino estancado sobre nuestras cabezas.

Llegamos al modesto parador que conseguí plantar en años de marzos locos y meses de trabajo calmo. Turistas siempre vienen, hay gentes que parecen nacidas en almanaques sin marzo; alegres como diciembre, temerarios como julio, ardientes igual febrero o románticos de abril y algunas los extranjeros, que vaya a saber si usan calendario. Ellos vienen en sed de foto, de inventarse un safari por parajes de intriga ignotos, muestrario de un circo exótico donde encontrar que llevarse a sus casas de primera de otro mundo. Descubrirnos personas iguales, mirarnos; eso no, no nos miran.

Se despedía el último aire del día; marzo tiene eso, atardece y entrás en comunión con la noche caliente; pero húmeda ya, del vapor que recién llega del río todo cambia y el parador parece un castillo de Pagra regalado a mi autóctono espacio, amplio, silencioso. Me senté bajo un parral ocre por el polvo, ojalá lloviera me dije. Pero marzo, caprichoso como en siglos nunca quiso lloverse en nosotros. Creí estar lejos ya de los impulsos vivos. Contemplación es mi hora. Pero no es así. Sentí una profunda necesidad de medir mis fuerzas. ¿Porqué? Ni yo misma lo sé.

Pero el Rafa lo sabía, entró como un prusiano en toma de municiones. Me destruyó en dos segundos las torres de Praga, era una manada de potros despavoridos ¿Dónde pongo esto doña?, ¡dónde!

Miré, me crispé en brote de señales pinchudas en el cuerpo, no se podía creer lo que traía. Tenía que ser marzo. ¡Qué grandísimo disparate, traerme aquí una virgen robada!

Doña mi guagua se ahoga en estas borrascas, es marzo sabe, y el cura nunca deja la iglesia abierta y esta es la virgen del aire; ella seguro que me le abre los pulmoncitos, habló todo corriendo en puro lamento de urgencia.

No dije nada. Cuando hay dolor ni lenguaje queda. Juan y yo le pusimos una mesa, unas carpetas de puntilla y un montón de malvones blancos en homenaje. Pucha que marzo puede ante sus desdichas, pensé, si hasta flores y esperanza de fin nos ha traído.

Ponela acá, le dije, y trae a tu niña.

Qué suceda.