Esa basura despechada. La esquina despojada de aire fresco, doliendo una invasión indiferente de bolsas premeditadamente anónimas, calculadamente devenidas también de mugres de mentes ciudadanas.
El mundo escombra afuera de su casa, pasa sus roñas ya no debajo de la alfombra. Se desentiende; y la esquina, los seres claros, los pobres de mesa, los guerreros de utopías; pasan a ser la alfombra de los cubículos privados no privados de caudales.
La sombra suntuosa del country no le alcanza a Rubén Rastreri, para sentirse protegido. Contrariamente don Nicolás y doña María abuelos de los cincuenta, eran felices a la sombra de su paraíso en la vereda del barrio humilde “La colonia” de Quilmes; no los calaba el miedo ni el olor de la basura porque la usaban para turba, alimento de animales y reciclaje.
Otros medios entonces, sanitud de pensamiento, acompasado con la mano tendida entre vecinos y el sudor de un trabajo continuo por módica paga.
Otros medios, hoy, mediáticos, consumisados, mercantilistas, exclusivos y televisados. Basura. Para matar las esquinas donde la gente se reunía conviniendo charlas poli sanguíneas sobre música, deporte, ideas en política, oportunidades, solidaridades, proyectos compartidos y sus amores.
Las oportunidades siglo XXI, son para oportunistas, la fama no es puro cuento, porque lo trasmisible es ley barata, es ley y basura, es ley y dictamina. Entrona o desentrona acorde a su ley de mercado. Si fama logra, logra poder.
Rubén Rastreri opina, entretiene con fastuosidad fatua, con burladores y burlados con baratijas, mientras ejerce dictadura ante sus propios vasallos a cambio de ingreso seguro y abultado. Se entroniza y por los misterios develados a quién quiera ver, de lo global globalizado como mafia que embarra hasta las esquinas; por sus intereses de lobistas, por políticos que corren y corrían carreras tras su silla por ir a Sevilla, los que gritaban a “boquita” con la foto de Evita siendo en conveniencia empresarios de la mentira, o los que de piojos se diplomaron en divos de TV; eso sí, de sólido crecimiento de sus cajas.
Por estos fenómenos, el misterio sabido de causas por unos pocos, pocos oídos por el resto que se convierte en su público incondicional (tanto le carencia aún al pueblo educación y ejercicio del libre pensamiento, como a otros bajar del pedestal de la riqueza individual y vana), lo siguen, le responden, le creen y lo hacen il capo capitalista y un pobre sufrido habitante del barrio cerrado custodiado escondido, por que lo obliga inseguridad “la basura” humana.( santas palabras de excusativa).
Rubén Rastreri, dice era humilde, dice de madre y padre drama, dice de sus hijos y parejas todo permitido; pero miente, miente al que fue, al que parió su madre. Factura y condiciona a ese otro él.
Ese día de entrevista periodista en su “hogar”, colgada de lo que más vende y apoya al mensaje de cierta prensa. (Todo en la misma bolsa de residuos.). Sucedió que en medio de su arenga de sabedor de máximas “sanmartinianas”, de logia pertenecida en soberbia de puntero y no de aquél héroe; un corte en las centrales exclusivas del barrio privado, provocó las sombras absolutas, otra clase de miedo individualista; su vida, sólo su vida era valiosa junto a sus poderes y súbditos necesarios. Pero que allí no estaban, la noches era igual que en cualquier esquina alejada. El fuego despedía un olor profundo a basura de acciones podridas.
Rubén Rastreri agotaba sus fortalezas, aullaba, temblaba como cualquier inocente sorprendido y burlado con cámaras en su programa.; gemía a la par del periodista que lo visitaba para divulgar la “fuerza de sus sentencias”. Ambos de improviso se sentían desamparados acosados por el fuego como familiares manoseados en situaciones de duelo e impunidad y atormentados por las cámaras en cualquier esquina.
Fue un grupo de moradores de una villa de emergencia cercana y bomberos voluntarios (trabajadores humildes con sueldos magros, que dedicaban sus esfuerzos de solidaridad al Cuerpo de bomberos del pueblito a pocas cuadras, dónde estaba la esquina con la basura despechada que iniciara este relato) .Pueblo venido a menos, desde el cierre de la única fábrica cercana de herramientas manuales de huerta que por apretadas vedadas a los quinteros para vender sus tierras a precios basuras, con el fin de lotear a precio dólar y atrincherar un country ,la quiebra fabril fue lógica y lúcida.
Ellos, fueron los que los salvaron de ser cenizas; y se negaron rotundamente a ser televisados cuando sacaban a los exquisitos moradores del bunker de alta custodia; totalmente negros, tiznados eran pura basura llorisqueando, entre ellos el periodista y Rubén Rastreri.
foto: "Weir" de Jane Carr-2006
3 comentarios:
Ese personaje me suena a conductor de telivisión de nuestro devaluado país.
TELEVISIÓN
colombina
le suena bien
dice bien
devaluada Tv por ende
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