Iba con ella de la mano.
Un hombre oscuro rayaba la esquina con su inquietud.
La miraba sin perder el merodeo, sin perder la mano asida, que llevaba en inocencia pisando la hojarasca.
La risa, el ruido de la hoja, era otoño y el hombre oscuro crecía en ansiedad, aturdiendo la esquina.
Le hablaba de la urgencia, del viento, de la casita en espera y tironeaba de la mano que invitaba a seguir tras una hoja.
Le tensionaban los alertas, un ojo en cada lado. Un ojo en la dulzura, el otro en el peligro.
El hombre oscuro ahora cruzaba alterado de vereda a vereda; en aguarde o en asecho.
Al fin la alzó, abrazada a su único valor a preservar; rodeada del rumor de realidades abusando la ciudad. Entró en la casa. Giró la llave y saludaron a la música a los chiches al refugio.
El hombre oscuro se desvaneció en la esquina, bruta historia llevaba entre sus cejas. Hostil. Quizás premeditando lo ilegal, quizás por propia tragedia, más lejos de la esquina y de quines pasaban por ella. Portaba cara y condena.
Rieron de nuevo; pero no se borró en la abuela aquello que destilaba el hombre oscuro que se le quedó inquietando.
Esa sicosis urbana cundiendo como epidemia. Previniendo, preservaba.
2 comentarios:
Recordé un Hombre oscuro con Un Poncho...hace años, no lo olvido...prevenida, me preservaba.
esto que la sociedad sufre, horroriza se encierra...
la misma sociedad debemos entender que si no trabajamos en conjunto para reciclar la mente humana, y proteger desde el amor, los vínculos, la educación de padres, docentes, instituciones, sistema de gobierno,medios de comunicación, monopoios, consumo, internet (todos y todas) que aún nos resta mucho para trasmitir a los niños y que funden generaciones menos terapizadas y con menos miedos
sanidad mental en síntesis
Publicar un comentario