domingo, 11 de septiembre de 2011

En ráfaga del hijo









Se desdijo, me desdigo. A veces hay que hacerlo, sintiendo burlada la intuición, desdeñándose a uno mismo; por otra vez incrédulo.

Hay personajes que nunca logran sacarse las tinieblas. Negras y barro, aunque los vistamos de conejos blancos y se hagan los refundados de sí mismos.

La justicia ha apretado a veces, la venda demasiado fuerte. Ella legal, con amparos y trampas de interpretación, aplica artículos que dan escape. La otra, la ella social, por dolor de madre eterno, dando la lucha por sus hijos perdidos en turbios momentos de dictadura; sabiendo de manos negras y entuertos que se tapan con la sangre de corderos; para construirse de nuevo, se dijo madre de todos.

Ambas ellas, venda apretada.

La basura, genera gangrena, se mete en las cloacas del blanco conejo mentidor; tira adelante. Carcome y sigue. Y vuelve a matar en off, y vuelve a desaparecer un hijo. Aquel que murió primero por utopía, es ejecutado en perverso, en traidor, en verdugo, en hambrienta enfermedad de poder.

Por eso ella se retracta, como Eva, Abel fue su mentor, su mano de marcha, su dolencia; el que acabó todas sus lágrimas. En su nombre ella con otras se desmurieron, paso a paso, ronda a ronda, trabajo a trabajo hacia paridades sociales, desde aquella primera plaza. Para ser hijas de la memoria.

La segunda oportunidad, protege y abraza como el fuego. Pero hace cenizas de los Caínes que reinciden y burlan a quienes se les ofrendan como madres.

¿Parieron así otras incredulidades?,no, no quisiera desdecirme de nuevo.



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