lunes, 7 de noviembre de 2016

Amor de generaciones




Selva y madreselvas las tres, un hilo de agua y un hilo las tres; tierra morena y morenas las tres.
Cuánto para pensar Raquela en su silla, se ve prendada desde el suelo y sus mínimos 14 años, miraba la danza entre golpes de caña gruesa, el viento era sano y la tribu dueña de sus alientos de raza. Poco después vivía con un amor hombre, tuvo hijos la vida cambió. Gente de afuera los  desconocía, les impedían hablar su lengua usar su predios largos. En eso pensaba mientras trenzaba a su nieta mayor, siempre con su familia estuvo a pesar de escapadas a tiros buscando un lugar chiquito donde hacer querencia y subsistir de sus hierbas curativas, animales flacos y algo verde que podían plantar.
    En esas escaramuzas de cuando era pequeña pensaba Mariela, mientras sentía la ternura de su abuela entre sus cabellos, la amaba desde cuando mataron a sus padres en la marcha de protesta en el pueblo, les habían bloqueado el arroyito del cual se valían para toda la vida necesaria. Ahora que ya tengo pareja pensó, haremos la casa más grande y haré que la abuela trabaje menos, esperaremos por los hijos hasta que logremos con los cumpas la seguridad de una vida mejor sin apretarnos entre nosotros cada vez que viene un mayoral a presionarnos para corrernos  un poco más.
   La inocencia aún estaba con Abela, aunque ya trabajaba lavando granos para la comida, era tan lindo sentir que la peinaban, tan lindo como haber tenido mamá casi desde que nació, por ella y su padre volvieron a tener agüita; esas piedritas que trae el agua me van a servir para mis collares, ese brotecito en la otra orilla parece el yuyito para curar empachos, la mariposa no vino hoy a saludarme, estará asustada por algo; amo a mi abuela que me hace tan rica la tortilla cuando hay papas.
  
   Todo era silencio, pero el agua siempre murmura, mientras el viento habla con las hojas y los granos saltan como el sonar de las cañas en sus fiestas; pero las tres mujeres tenían una seriedad apretada en el momento en que ancestros las tocaron en mirada. Algo pasa, algo pasó, no quiero que pase nada. Pensamientos.

   Llegaron algunos parientes corridos por extraños, gritos, balas, un cuerpo cae, otra vez el miedo, otra vez pachamama se retuerce. El novio muerto, y muertas las esperanzas de las tres, sólo les queda el amor, las trenzas y la raza que no tiene que partirse.



mabel casas 

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