Capagris el diarero, gritaba el titular “de Tokio a Nueva York las jirafas invaden en millares”
El río de pies apiñados que corrían por las urbes en distintos idiomas; metidos en sus propios torrentes, ignoraron.
Un
semáforo pudo haberlos parado en seco, como electrodos que reaccionan a
la luz; simulando ser humanos por la ropa, aunque adentro computaran sus urgencias de rutina.
Pero
no fue un semáforo, fueron borbotones de jirafas en cántaros amarillos.
Tenían flores en sus manchas, estrellas por orejas reflejaban sombras
transparentes y sorprendentemente hablaban.
Marquesina
era una niña feliz frente a esta visión, apostada en la ventana de su
casa junto a su amigo Lunes. Habían apostado toda su imaginación a que
ese comienzo de semana, le mostrarían al mundo que pueden abrirse los
grifos mágicos, volviendo a sentir. Impulsando la fiesta de lo insólito y
lograr que las ebulliciones del gentío indiferente se detengan en su
marcha obsesionada en perseguida; ganando abrir ojos, respirar en ancho y
de total instante juntos dejarse chupar por el aspirador de las
fuentes; metiéndose entre páginas de creación para
volver a percibir, imaginar y vivir pausas. Hasta descubrir que queda
tiempo para discurrir hablando y durmiendo con jirafas, regresando a ser
personas con el asombro de frenar y ver diferente
Una
pantalla de TV en una tienda repetía hechos similares. Tumultos de
calandrias en el Nilo, grillos entre el obelisco en Buenos Aires,
elefantes rojos en Tierra del Fuego, vientos en el paraíso y lluvias en
el infierno.
En tanto en un paso casi olvidado de la Cordillera
de los Andes, delineado por aquel camino del Inca; Nacarena (joven
originaria del lugar), escribía con tintas de su montaña, el reinicio de
los cuentos de la Tierra.
imagen: arco iris lunar
2 comentarios:
¡PURA IMAGINACIÓN DESATADA!
HERMOSO.
gracias colombina, cuando brota hay que aprovecharla
besos
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