Soñaba y despertaba.
Inquieta en la cama austera, fría y sudorosa a la vez. No podía, al llegar a la
vieja palangana donde las aguas de lluvia
lavaban su cara; recordar la ventura o la tragedia que la noche le
revolvía el dormir apurado. Sabía que eran sueños, pero no podía traerlos a la
conciencia.
Apurada, si, ya lo estaba
otra vez, don Braulio al grito como siempre, le cargaría trabajo doble por la
tardanza. Había que recolectar flores, hacer los atados,refrescarlos, cargar los
canastos, arrastrarlos hasta el transporte para llegar al mercado de madrugada.
Luego seguir hasta la huída del sol en el mantenimiento de la inmensa
naturaleza- fábrica, indiscriminada; de floricultura techada.
Recolectar era lo mejor
del día, las flores era lo único que ponían colores en su vida y esos sueños
mezcla de placer, voracidad y misterio, que de algún modo la incitaban a
descubrirse por dentro.
Palmira ya no era niña,
pero en esos parajes no había nada que la conmoviera, siendo aún joven.
¡Bruta!. Era el grito de Braulio, no sabés
leer, esas son lobelias van en el canasto que tiene su nombre.
Fue como un trance, de
golpe desaparecieron los viveros, el riego, el dolor de cintura por las horas
doblada sobre la tierra, abriendo surco, sacando hierba mala, manteniendo
vida sana a sus alimentos de arco
iris.
Estaba despierta, no oyó
la camioneta que se fue a entregar los aromas de esa mañana, ni sus compañeras
que iban a otra parcela a seguir el trabajo. Se quedó con un ramo de lobelias
en las manos, caminaba sin meta, encontró el asfalto; pero sus pies no lo
notaron. Se paró en seco frente a un mástil con risas de niños.
Se le despertó su sueño
reiterado, o él la despertó, alzó los ojos y se vió entre un campo de lobelias
ardientes en su floración. En desafío su gesto serio. Vestida como una soberana
de albedrío desconocido en violeta, de
su cabeza llovían libros, hojas escritas. Caían sobre ella llegando al suelo en
juego de entrega. Reían como niños.
Palmira entendió, tenía
razón la abuela, soñar siempre es decirnos algo.
Era corta de palabra, se
animó, entró en la escuela ante la cual estaba. Desesperadamente gritó a la
primera persona que salió a su encuentro: ¿Aquí enseñan a leer y escribir a las
grandes necesitadas como yo?
Delante de la escuela,
muchos años después, doña Palmira florecía cada mañana mientras abría su puesto
de flores y ponía precios, carteles con
nombres de las especies en cada vasija. Nunca le faltaban lobelias y un libro
para engolosinarse leyendo, cuando escaseaba la clientela. Siempre vestía de
violeta aún hoy cuando es abuela y vende, lee, se sustenta. A veces, muchas
veces, ayuda a los nietos con sus tareas
y las señales de sus sueños.
imagen: kirsteb mitchell
9 comentarios:
¡Muy bello!
colombina
gracias, tu decir es
un mimo para Palmira
y a que negar gratifica
besos
simplemente es mujer
que trabaja duramente mientra enzulza con novelas sus momentos
mil besos
recomenzar
gracias por leer y decir amiga!
abrazos
Me he quedado soñando apenas terminé tu historia. He volado a ese mercado donde espera Palmira con su conciencia hermanada con las letras, con el deseo eterno de alejarse de los dictadores de la vida diaria, de la sin razón, de la mentira cotidiana. Es hermoso soñar con tu historia.
Saludos
Me he quedado soñando apenas terminé tu historia. He volado a ese mercado donde espera Palmira con su conciencia hermanada con las letras, con el deseo eterno de alejarse de los dictadores de la vida diaria, de la sin razón, de la mentira cotidiana. Es hermoso soñar con tu historia.
Saludos
nel morán
gracias por contarme que quedó de Palmira en vos luego de leerlo
cuando la historia deja la posibilidad de soñar con ella se siente bien saberlo
totalmente de acuerdo con vos en tu definición de lo que aqueja al mundo:"los dictadores de la vida diaria, de la sin razón, de la mentira cotidiana."
de eso quiere protestar también este humilde texto
cariños amigo
nel morán
y sireciboo doble el comentario ,ya no entro en mi jajaj
acá decimos "mejor que sobre y no que fa falte"
desde argentina mi saludo
me gusta como escribes rebelde de sentimientos
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