Insiste la bocina. La radio se pierde en el dial interceptado,
cosa rara cuánta música de los ochenta en inglés, y cuánta desprovista de gancho atemporal en su idoma, todo resulta anodino. Menos la bocina que insiste
y la reflexión en que su mente se queda atrapada, al buscar cuál es la
estrategia de los emisores y cuál es la causa de la refundición de creatividad
de los últimos intervalos.
Algunos dicen: vende la
chatarra comunicacional, engaña lo audiovisual con los chips que merecemos, eso
es lo que la gente quiere. El arte como cimiento, poco se puede dar a conocer.
Es que no puedo. Fundida de
rayos tempestad, Rosaura se pregunta dónde protegerse. De esta masacre de la
oferta y la demanda, la muerte de las verdades verdaderas, los monopolios
incrustando para que nadie se de cuenta de qué somos y hacia qué pestes quieren
llevarnos. Revuelve la razón Rosaura, no todos, no todas nos comemos los
anzuelos.
Sí, en algún lugar y en
muchos; aún hay flores de campiña, reproduciendo colores runas; olores a que
existe un castillo encantado al otro lado del sol que atardece.
Lo encontró tantas veces y
fue crucificado muerto y sepultado. Pero fue y están otros.
Y ese tufo a bife cocinándose
que viene desde afuera. Y la bocina que insiste. Alejan la vivencia que se
resiste a partir sin ella al otro lado del sol.
El reflejo.
Cinco casitas desdobladas
sobre el lago, es ella que se mira.
Cansancio, fuerte lo que hace lo que hizo, farol,
cabaña troncos hamacas. Girasoles. Ni glamour ni martini adorando una aceituna…
Los genes seguirán su camino,
en su reflejo.
Lo dice el agua.
Al limón podrían hacer los
bifes, el olor sería más agradable.
Lautaro como sería un
elefante al limón, pregunta. Él estaba en otra cosa, no lo alcanzaba el
reflejo, ni los cheiros ni la bocina intimando; su estado de monarquía estaba a
punto de rebelión, de revelarse en anarquía. Escuchame bien Rosaura y decime
que parte no entendés, corré las cortinas, quitémonos las máscaras. Dicho esto
apagó la radio, se hundió en las aguas del lago, le gritó no estamos aquí,
somos flotantes del pasado.
Rosaura no se inmutó, tomó el
bolso que había preparado; aspiró el diáfano aire del afuera, estaba
regresando. Se apagó la bocina penetrante, subió al bote, la vida era muy
valiosa para perderla ante el tornado que llegaba, el alarma que acababa de
romperse lo anunciaba. Al fin el altavoz valía la pena que sonara continua en
el aviso de sirena. Esa comunicación colectiva, es la necesaria, ya se lo
contaría a sus predecesores y a Lautaro cuando decidiera salvarse. Allá,
al otro lado del sol que atardece.
6 comentarios:
Hoy me sentí en el sur con tu relato, en Ushuaia exactamente.
Escribis con tanta magia que me dan ganas de volar a buenos aires
un beso
colombina
al escribir ,lo que surge en un texto resultan resortes para el lector,algo debe estar funcionando bien en mis intentos de cuentera, ya que te trasladó....
gracias por decirlo
recomenzar
gracias, bueno volá cuando quieras, buenos aires siempre espera
cariños
Buena narrativa, desde el principio se va avivando el interés hasta la resolución, tienes oficio de cuentera.
Abrazos,
catalina
gracias catalina,ser cuentera es una herencia ancestral donde las mujeres en familia eran las narradoras orales que trascendían historias y las vidas de los pueblos
humildemente intento seguirlas
cariños
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