Solidario. Sí, Francisco era
solidario. Pero últimamente, todo se le venía en picada. Buenos Aires perdió el
encanto de dar posibilidades a los buscavidas callejeros. Es cierto, que antes
no lo había sido, cuando fue mozo en la “Richmond”. Entró joven, prolijo, era
un digno señor en su traje de trabajo. Hasta logró entenderse en inglés por
atender a tanto turista que andaba por el microcentro.
Pero la reliquia de un pasado
dorado de la confitería, los parroquianos célebres en el arte, su arquitectura
y su inmobiliario como heredad cultural; no le importó a nadie de los que
podían frenar el cierre; sólo algunos ciudadanos y los que allí trabajaban
intentaron por mucho tiempo resguardar lo que ya era negocio de otros. La
vendieron a un emporio de zapatillas de marca.
Después fue mantero en
Florida, la peatonal, le costaba alejarse de esa calle donde estaba el antiguo
lugar de aquel mozo. Pasó a vendedor ambulante por calles, por ruedas en colectivos,
trenes y subtes, De incautarle la mercadería a correrlo, se generaba la
frustración. No pudo mantener mucho tiempo la indemnización. La Jessica allá en Barracas,
dónde vivían, se estaba cansando, ella le gustaba el glamour del ruido en la
bailanta, y ni para el alquiler alcanzaba. Por eso cuando se fue le deseó
suerte, ahí volvió a ser solidario, si ya no compartían a codo, mejor probarse
solos futuro.
Así fue como decidió irse de
caminante a vender abanicos, esos de los negocios de todo por dos pesos. La
mujer china sí, que también era solidaria, se los daba de su propio negocio (él
la atendía en la Richmond
y nunca dejó sin correrle la silla). Zhuo, le marcó un lugar perfecto para
vender: “zona roja”, “elemento erótico” le había dicho.
Allí conoció a Juana (un calco
casi de la historia de él), ella vendía condones y todos los días, de sus
magras ganancias le compraba un abanico, los amaba. A poco se dieron cuenta que
sus miradas hacían caminos de idas y de regresos entre ellos.
Llovía tanto ese día, me voy
dijo Juana y él también. De sin invitación, se fueron juntos. Calle de tierra
inundada, la casilla de ella a diez cuadras del colectivo. Cuando llegaron
sirvió sopa caliente, y ahora cuando abrió la puerta del cuartito de dormir,
Francisco siente repiques. Está como alfombrado, tapizado, enmagiado en
abanicos, cuelgan como pájaros de la ventana; es mi camino vida calando deseos, explica orgullosa Juana. Estonces él
solidario, le saca la ropa mojada, la seca como un tacto infinito; se siente
digno señor de Juana. Abre su bolso la cubre de abanicos. Ella solidaria con
ambos, desliza condones sobre las
sábanas y juntos entienden; remontarán deseos para conllevarse vivos.
Tenía razón la china Zhuo,
“elemento erótico”.
8 comentarios:
Me encantó, Mabel.
Un bella historia. La vida siempre ofrece nuevos caminos.
Felicidades.
Un abrazo.
fernando
la vida ofrece, nosotros ponemos el aguante y el deseo, así renace vida
gracias por decir
abrazo
Tus historias son extractos de realidades. Por eso se las disfruta a pleno.
catalina
es un placer compartir con vos , siempre me dejás motor para seguir armando historias, entre realidad y necesidad de decirme
besos
Muy bello...
colombina
entonces recibo tu crédito!! gracis por la merd...
besos
¡Mira lo que me estaba perdiendo!Menos mal que la curiosidad me llevó a tu blog.
Gracias por publicar.
Un abrazo.
el moli
bienvenido!
la curiosisdad a veces es motivada por una causalidad
me sucede a veces cuando entro del mismo modo a conocer un blog
gracias por leer
mis saludos
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