lunes, 7 de mayo de 2012

A veces, el encuentro...









  Solidario. Sí, Francisco era solidario. Pero últimamente, todo se le venía en picada. Buenos Aires perdió el encanto de dar posibilidades a los buscavidas callejeros. Es cierto, que antes no lo había sido, cuando fue mozo en la “Richmond”. Entró joven, prolijo, era un digno señor en su traje de trabajo. Hasta logró entenderse en inglés por atender a tanto turista que andaba por el microcentro.
    Pero la reliquia de un pasado dorado de la confitería, los parroquianos célebres en el arte, su arquitectura y su inmobiliario como heredad cultural; no le importó a nadie de los que podían frenar el cierre; sólo algunos ciudadanos y los que allí trabajaban intentaron por mucho tiempo resguardar lo que ya era negocio de otros. La vendieron a un emporio de zapatillas de marca.
  
    Después fue mantero en Florida, la peatonal, le costaba alejarse de esa calle donde estaba el antiguo lugar de aquel mozo. Pasó a vendedor ambulante por calles, por ruedas en colectivos, trenes y subtes, De incautarle la mercadería a correrlo, se generaba la frustración. No pudo mantener mucho tiempo la indemnización. La Jessica allá en Barracas, dónde vivían, se estaba cansando, ella le gustaba el glamour del ruido en la bailanta, y ni para el alquiler alcanzaba. Por eso cuando se fue le deseó suerte, ahí volvió a ser solidario, si ya no compartían a codo, mejor probarse solos futuro.

   Así fue como decidió irse de caminante a vender abanicos, esos de los negocios de todo por dos pesos. La mujer china sí, que también era solidaria, se los daba de su propio negocio (él la atendía en la Richmond y nunca dejó sin correrle la silla). Zhuo, le marcó un lugar perfecto para vender: “zona roja”, “elemento erótico” le había dicho.
   Allí conoció a Juana (un calco casi de la historia de él), ella vendía condones y todos los días, de sus magras ganancias le compraba un abanico, los amaba. A poco se dieron cuenta que sus miradas hacían caminos de idas y de regresos entre ellos.

   Llovía tanto ese día, me voy dijo Juana y él también. De sin invitación, se fueron juntos. Calle de tierra inundada, la casilla de ella a diez cuadras del colectivo. Cuando llegaron sirvió sopa caliente, y ahora cuando abrió la puerta del cuartito de dormir, Francisco siente repiques. Está como alfombrado, tapizado, enmagiado en abanicos, cuelgan como pájaros de la ventana; es mi camino vida calando deseos, explica orgullosa Juana. Estonces él solidario, le saca la ropa mojada, la seca como un tacto infinito; se siente digno señor de Juana. Abre su bolso la cubre de abanicos. Ella solidaria con ambos, desliza  condones sobre las sábanas y juntos entienden; remontarán deseos para conllevarse vivos.

  Tenía razón la china Zhuo, “elemento erótico”.


8 comentarios:

Fernando Rubio Pérez dijo...

Me encantó, Mabel.
Un bella historia. La vida siempre ofrece nuevos caminos.
Felicidades.
Un abrazo.

mabel casas dijo...

fernando

la vida ofrece, nosotros ponemos el aguante y el deseo, así renace vida

gracias por decir
abrazo

Catalina Zentner Levin dijo...

Tus historias son extractos de realidades. Por eso se las disfruta a pleno.

mabel casas dijo...

catalina

es un placer compartir con vos , siempre me dejás motor para seguir armando historias, entre realidad y necesidad de decirme
besos

Colombina dijo...

Muy bello...

mabel casas dijo...

colombina

entonces recibo tu crédito!! gracis por la merd...

besos

El moli dijo...

¡Mira lo que me estaba perdiendo!Menos mal que la curiosidad me llevó a tu blog.
Gracias por publicar.
Un abrazo.

mabel casas dijo...

el moli

bienvenido!
la curiosisdad a veces es motivada por una causalidad
me sucede a veces cuando entro del mismo modo a conocer un blog
gracias por leer

mis saludos