domingo, 6 de julio de 2008

Sembrar de nuevo





Le dio la menta, cajita barata; la muchacha alcanzó a tomar el vuelto y escasamente colgarse del colectivo. Así son las madrugadas urbanas, urgidas de turno viaje y jornal.

Este lunes acallando resacas, el hombre no arrastraba excesos de cerveza, sino entuertos de vacíos; aún, rodeado por el kiosco.

La menta…

Allá en la quinta de Ezpeleta protegida por paraguas de eucaliptos. Entonces, las pocas luchas conocidas eran por lograr crecimiento puro y libre; siempre el viejo protestaba: que el romero demasiado grande y los brujos demasiado pocos para usarlo en sus brebajes; claro, que el laurel arrasaba con su sombra. Él tenía sus razones; pero la no podada era defendida por los tucos de la vieja… ¿Y Juan dónde estarás? Te veo, entre las sombras escribiendo; vos, veías más allá del alambrado.Después el pozo,la tortura y la huella de ceguera.

Puta madre…solo una pendeja compra pastillas de menta esta mañana; los diarios no se venden, hay un montón de canas en la esquina, que me repican los sesos de otros tiempos donde enmudeciste Juan; y hoy me vengo agitando, con el barco de olores, la memoria. A veces una flecha al corazón es lanzada por la cara de rutina; y sin embargo es como un vaso de agua a tiempo, la dádiva necesaria de cambiar aire, volarse, seguir vivo escapándole a esta esquina de Retiro; donde el capuchino de traje se junta con matecocido en zapatillas.

Las dos y cuarenta de la tarde…apenas dos turros diarios vendidos y encima de los más tetrabrix, esos que no encienden más que el fuego en las vísceras de los hombres y nada de sabores con raíz de sustento. (Sin hacerlo conciente, desde que se le instalara la menta en su discurrir, escribía…)

¿Qué hacés?, Juan…me asustaste… ¿cuándo llegaste?

Nunca me fui, gozaba de la quinta de Ezpeleta, renací en tu pensamiento. Rescaté domingo de ayer en estas hojas; no pude dejar de escribir tanta resaca que pocos denuncian. Ahora hasta me gira imperioso un título: “Tinta de especies libres que vuelve…”

Juan venció el letargo que encalla con el miedo.