Parece que el verano está
rondando el aquelarre.
Ella come con alguien, alguien gira su
llave, tiembla su reja, alguien sube la escalera a la par, se acuesta en la
cama casi se tocan sus pies. Carmela
conoce los alguien y profundamente los desconoce. De sentidos percibe, de
sentidos rebasa, pero es todo por fuera. Casi palpa. Falla. Nada huele en sus
pechos desconvenidos, ni en su boca vacía.
Su casa contiene fuego y charcos, se
destartala, se desmorona, todo es su espejo y su sombra. Voltea para ver el
verde de la cortina, solo verdes de los patios. Alguien le habla desde la tele,
quiere engatusarla borrarle la imagen del pensamiento, se pelea con ella y con
las voces, el tiempo tiene vencimiento, buitres y sobresalto.
Es verano y alguien le falta a Carmela.
En el advenimiento de no saber ya que espera, discurre por los calores, ama a
los frutos y a su vientre. Aunque en instante se pregunta, será que somos fuego
saltando el aquelarre, para no terminarnos ceniza sino abrazo brasa con verano.