lunes, 24 de diciembre de 2007

Será de un 2006 en más…




a Violeta Cielo


Eva, que me seguirá un día, será guerrilla, reina, seda, amor, y el agua.

Tendrá el posible de las musas y las lobas. El horizonte con fronteras de sus pasos llegando al arco iris.

Vestirá el gesto de mis hijos, las pasiones, las pancartas, la terquedad de no dejar de perseguir toda utopía.

Eva no cederá.

Eva pondrá cuero.

Eva volará más lejos que su madre/padre y la madre de su madre/padre.



esto fue escrito en 2005
ahora tiene fecha de nacimiento 23-12-07 y nombre
y sé que mi primer nieta es de mi hija,gracias sangre mía...

sábado, 22 de diciembre de 2007

Perfumes invisibles




Antes, antes de ese amanecer; ella lo sabía o lo creía, o ambas cosas.
Él era el mito, la caja de música constante

Cuando lo conoció pasaron horas de lluvia y manos profundas, paraguas comprado y frases seguras. Tanto.

Él no usaba perfume, desnudo descubría un aire fresco debajo de sus brazos.


Intrascendentes y circunstanciales las galerías Pacífico, ponían una luna llena plástica y consumista; al explayado balcón. Así era el primer encuentro artificial y natural. Mundanal de shoping y de pasos de show. Parecían Bonnie and Clyde de tiempo flamante, en un Buenos Aires indiferente. Sólo cuando él acercaba susurros a las gotas de esencia en su nuca, un oasis ocupaba lo urbano en punto y aparte.

Huían siempre huían de sus algos, sentidos o inventados; pero no era cuestión de darse cuenta. El engaño era no dejar pasar la gemelidad de las palabras. Y hubo trechos sin perfumes que giraban mejor que cualquier voz y gemelaban de verdad.

Cobró espacio transcurrido, un sin verse. Los perfumes desvanecen o quimeran, o se tornan dueños de las cosas en otros ornamentos. Asombros cobran cuentas, revelan que una evocación no perdura igual, en el ser bálsamo de las personas.

Después de aquellos amaneceres, en la única vez que se hallaron de nuevo, ella cerraba el mito; percibiendo el piso real. Él no sería quién volviera al perfume de su nuca.
Ahí fue donde comprendió una frase anónima que alguien le diera como disparador:
"A veces el tiempo tiene perfecciones y miserias hasta en los más ínfimos actos de su transcurrir."

domingo, 16 de diciembre de 2007

“Halló cartas en una alcantarilla”…






Había sido ciudad de mitos. No podía recordar nada más que los días después donde ya no era.

María ,escritora y Pablo, periodista, eran extranjeros; fueron allí en busca de datos distintos cada uno. Pero así como circunstancialmente cruzaron sus pasos al llegar. Así causalmente siguieron juntos, en el desaliño abandonado, que sólo les silenciaba secretos sin moverse ya nada.

Resultaba riesgoso, para mantener la calma, aventurarse a descifrar la utopía sedienta de llenos que parecía gritar el vacío. Percibían que un efecto “limpieza profundo” de rastros se había efectuado, donde nada tenía que perdurar para ser testigo y menos testimonio.

Irse era inminente, las cuevas del pensamiento se estaban cargando demasiado. Un giro, una zapatilla que se frena y la revelación que los detiene, baja la vista. Casi normal, aunque algo corrida, una alcantarilla denunciaba que lo urbano estuvo ahí; junto con esa bolsa pequeña, impermeable, bien atada, sobresaliendo incierta en el extremo deslizado.

La necesidad del indicio movió las manos, levantarla abrirla vaciarla fue arrebatante; casi sudando, casi como espías detrás de una cortina íntima. Un manojo de cartas cayó ante sus ojos. Exacto instante en que comenzó a lloviznar, mientras leían nombres tras nombres, remitentes, sucesos, amores, noticias del lugar que había sido. Sin darse cuenta empezaron un alejarse del sitio que tomó vida. Regresó el ruido, palabras risas notas.

Cuando subieron al auto estaban convencidos, ciudad hubo, era ella la que lloraba, no lluvia. Ya no había vacío. Y al fin había recordado la geografía de quién fue y desde los destinos de esas cartas volverían, había logrado denunciar su destrucción.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Cuánto cuesta?





Hay quienes preguntan, por escasos, y otros, por excesos, jamás preguntarían.

Renata, pertenecía al primer estrato, ¡Ja! Sí, debería reírse satisfecha la narradora; en ciertos casos, al fin, se está primero; sino sabría que hoy no es verdad real, sólo un capricho literario. Pero alguna vez…alguna vez podríamos proscribir estas pirámides que mucho tienen de aquellas, las del Nilo…
Le alcanzaba, era como encontrarse su digna adentro. Pagó. Volvía lisa, por un rato, su áspera no maldecía desde el monedero.

Llegó. Genaro cargaba batifondo, golpes clavos ritmo inquieto y apurado; un adagio andante allegro vivace, se anunciaba por la casa.
Los dos en sorpresa, los dos en asombro. Dos regalos, para quien sería una identidad reconocida. Ellos eran uno solo en coordenadas y dos cuando les brillaba el silencio y sus afanes necesarios.
Desenvolvió su paquete, él dio su último fine enmartillado. Se descubrieron, una tela sabanitas de crío ella, cuna él; y un “para el que viene” a todo unísono. Los dos lo confirmaban.
Tendrían el hijo en unos brazos más de lunas. Serían, un acompañarse juntos de tres; por pasos, en guía hacia la acrobacia propia. Había proyecto y manos artesanas. Había presente y apetito de futuro sin cautivos.

Eran dos de esos, de la sana costumbre, sabían lo que cuesta. Querían y podrían.