Juancho rasca en la tierra. Le dijeron que hay
que darle de comer a la
Pachamama en agosto, está noche en el pueblo la festejan.
Sabe que su madre siempre rasca la olla para que alcance insuficiente para
todos. Pero su tenedor hoy tiene otro fin encontrar a la pachamama. Si, ella
debe estar por acá, en los huecos de la tierra. Y para que la buscás chango, otros
chicos preguntan; medio intrigados, medio burlones.
Los mira sin dejar su trabajo
tenedoreado, y con una seriedad de ancestros los deja mudos expectantes,
respetando entonces, su imponente figura creciendo y esperando la respuesta:
cuando la encuentre le voy a denunciar al capanga de la estancia, que anda
corriendo a nuestra gente que se está reuniendo para reclamar; así mató a mi papá por encargo del patrón, nos
quiere desalojar del monte y sacarnos nuestra forma de vivir libre y
asalariados por los frutos que nos da esta tierra, por que ellos no pagan más
que un grito, un látigo y las mentiras de darnos mínimas de almacén, pero plata
nunca. Meta plantar, meta plantar y si tiene sus alambrados cuidando todo, porque
quiere avanzar robando afueras de campesinos.
Ella tiene que saber que arrasan todo, le
están matando los hijos y todo lo que ella con amor nos puso sobre el terreno.
Y el agua changos, el agua, que en octubre cuando florecen los lapachos nos
avisa que viene pesca. Ahora el agua es poca y algo que mata debe tener, no
vieron como se van muriendo nuestras verduras y animales.
No me quiero morir sin seguir rascando, ella
va a saber que hacer. Como mi mamá.
Los
amigos impetuosos, callados con sus manos comenzaron a rascar la tierra;
encontrarían a la pachamama.