domingo, 27 de enero de 2013

Terapial












       Desde dónde se puede encontrar una mano que acaricie, una fuente de calma que se coma la ansiedad, troglodita / apurada/ mediadora. Neutralizar la causa, aún, a casi, Manejar el miedo, los nervios, las ganas exigidas de los puchos. Nada ayuda y sabe, que todo ayuda: La palabra tibia, el amasamiento relaje, el cómplice sereno; hasta lograr detener el pico que provoca su estado de intemperie. Lo entiende, lo pasó, le pasó y  no estuvo más que poco, no podía, las circunstancias de ella y de él. Al fin la vida. También un decir perdón. Lo quiere y le pone el aire tranqui. Esta lejos, y a veces tan cerca.

       Y todo viceversa.
       Y él, y ella.
       De esos hablo.

        Desde dónde le viene este malestar antiguo y a la vez nuevo. Se levanta del abandono, se alegra y después sobreviene al color del frío, de la ira de su cuerpo; esa sensación de alterar sus pautas, y ese esfuerzo que hace por volver a tener espacio para  aplacar tanto y nada.
        Desde dónde se puede aplastar la tensión del cuello que sostiene su cabeza, la campana del pecho quizás del inconsciente, el ardor de tripas, la flema el sudor, la sed, las inserciones hinchadas, los sacudidas que retuercen. Escribe y trata, escribe y le pone puño a distraer la furia del estado. Escribe y se aleja pensando, intentando su control posible.
      Desde dónde se puede conservar esa misma furia, ese mismo control/descontrol  de cuando existe un erotismo, dejándose llevar (y es tan distinto a lo anterior), quién se altera, quién teme gozar de enlazarse al amor. Sensual, sexual. Calando conmoción, poniendo esa agitación plena abarcante de decir te amo. Escucharlo y sentir que todo crece en necesario, suficiente, en orgasmo cosquilleo en libres alas de estómago, en estarse amada, amando, compañero compañera, con las fiestas de la cópula, de los susurros, de lo que se dice y sale solo en el tiempo del después. En el poder que tiene no separar los cuerpos y quedarse remando cucharas aún con olor a polución, que confirma que de a tientas el amor llegó a sentirse, mientras el silencio abraza con las manos, y los pies calientan como para no soltarse y queda el sueño, o la pasión dormida mientras las esencias continúan en su diálogo de encuentro.

      Ahí nada es afección, todo es cuerpo en mejoría.