miércoles, 28 de noviembre de 2007

Autenticidades







Estaba vestida de damasco, sabía a damasco, con el blanco del jazmín regando escote.
Había jugado con plumas; que el roce los ojos, que el verde el pezón y los mantones deslizados.
No le hacía falta canción que la bautizara señora de todas las putas, ni felicidad ® que por comprada le daría las agriedades de aditamento artificial. No, tampoco era necesario un amor inteligente o sometido, mentira de la cultura y del buen dios.

Era mujer como cualquiera de su género, de nombre nombrado al nacimiento, tanto podría ser la Magdalena o María, pero siempre la sabedora de que el destino es el destino.

Y ahí estaba en complicidad aún en ausencia, con su amor surgido impredecible, trabajado. Único. Con los trenzados de alejarse nunca demasiado ni secarse su aljibe por excesos. Ahí estaba. Entre sábanas urdiendo la lectura en soledad de a veces, o rompiendo las bolsas de las fuentes con su hombre, cuando se olían en presencia.

Y algunas, sólo algunas noches, simplemente cuando el silencio sin razones, provocaba. Desvestida del damasco, esa mujer se masturbaba.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La iniciación

Ella tenía su nombre de documento, era una mujer en lucha; pero entre su atadito en la cintura, había un cartoncito .Un boleto de tren, ese que levantó, cuando era una niña aún, en la estación más próxima a El impenetrable y estaban volviendo a los montes que dieron nacer a sus padres.
Lo había tirado una mujer extraña, que la atrajo como una estrella sola, en medio de un cielo nublado Tenía la bruma a su alrededor, la exaltación del fuego que despedía, acaloraba el anden, como si fuese saliente magma de las entrañas de la tierra. Sintió que alguien la llamó "Simple mente”. Se sorprendió que la tremenda imagen se diera vuelta, extendiera una mano al horizonte, que parecía ser el único presente de donde venía la voz. Cuando se preparó para presenciar un acto como agorero, como esos que inventaba en sus juegos, el andén se vistió de arco iris un segundo; se posaron todas las palomas de los techos en cada franja y un trino de campanas impulsó a su nariz un aroma que penetraba. Inmenso. De azahares de naranjo.
De pronto ya no quedaba nada en el andén. Miro a sus padres, a los demás viajeros nadie puso cara de ¡Oh...Virgen santísima! Nadie se estaba persignando espantado. Se dijo es tuya la visión, ¡te han aceptado!
Levantó el boleto y detrás escribió: te bautizaron " Simple mente".
Supo que nunca saldría de El impenetrable, y que las tierras a donde iban serían su rueda, su fogata.
El lugar donde sus juegos se doblarían para recibir a la wichi, simplemente, que ya era.
No le dio la mano a su madre.
Un paso firme la sacó del andén. Tenía sus dedos en la cintura donde colgaba su bolsita de hierbas silvestres que la atrajeron de siempre; mientras una niebla tibia la seguía anaranjando poniendo silbos por su boca.
Era solo placer de cinco sentidos. Apreciación de tribu, que la nombraba "Simple mente".
Quedaron atrás los rieles. Paralelos. Brazos. Los de sangre la estaban esperando.

La confirmación...
Fue por parajes de tierra polvorienta.
El carro casi retirado de girar por los años quietos debajo de un tinglado de ramas secas, intentaba el apuro de pasar los vados agrietados. .Nada daba resultado no había agua ni en los picos de los colibríes. Sus familiares mencionaban acobardados un extraño cultivo compulsivo, como causa de pérdida de vegetación, sequías o torrentes por súbitas lluvias que todo lo llevaban. Soja era el efecto que se veía alrededor.
Simple mente, ausente del espacio árido, apretaba preguntas y respuestas a sí misma: Lo viste todo. Te asombró pero ¡sucedió! Me siento entrada a la heredad que me pertenece; como si un gesto de aquella mujer me hubiera crecido.
Sí. Cuando tomé el boleto vi mis ropas cambiar. Mi cuerpo ocupa una historia legada de siglos.
Algo tendremos que hacer juntos este pueblo y yo; por que la tierra vuelva a florecer monte y hermanos con vida.
Percibo.


Percibe hoy, que con su comunidad andan aullando, simplemente por todo, todavía.





gracias a
Elena Poniatowska (México)que con su personaje Lilus Kikus inspiró el nacimiento de la niña de este cuento con su propia idiosincracia y realidades difentes.


domingo, 11 de noviembre de 2007

Secreto de putas



vete con dios-me dijo con un rictus de tristeza, y volvió a su
vida real
-
...(“historias de las putas tristes” de g.garcía márquez)


Su vida real, ¡era esta su vida real? .Pura, la griega, que seguramente ya nadie recordaba en Milea; allá donde quizás su vida había sido real, allí donde su nombre es Aikatharina Milabas. Cuando llegó, la costa caribe la envolvió en un arco iris desconocido de palabras, pieles, destellos, follaje y olores.
Diez años habían pasado desde que la siguió del puerto, Engracia, menuda entonces para sus cuatro años; sus dos ojos como caracolas de miel le bailaban tan grande que Aikatharina había sentido que la recolectaba su colmena interior como bienvenida
Hoy era Pura, de tanto explicar el significado de su nombre, eligió quedarse con él.

Engracia también había elegido esa mañana y la bendijo. ¿Acaso las madres no bendecían a sus niñas cuando se casaban? Eso había sido ojos miel para ella (secreto de putas). Ambas lo sabían, ni la una ni la otra tenían alguien de su sangre conocido. Ni la una ni la otra tenían claro su designio. La Milabas soñaba ser arcángel de su canto, aquél viaje creyó abrirle las puertas de la ópera. Pero la gran mentira era la vida, y el director de orquesta un vende muchachas desprovistas. Al fin ella también había elegido: cantar para ella en las mañanas y ser su propia dueña por las noches; antes que un hijoeputa se enriqueciera de su cuerpo con excusas de ubicar su voz.

Así fue puta, fue ama de su cama, crió a Engracia preservándola. Pero Benito Batista, el sí era un señor decían, diez años saciándole el deseo, él pagaba y todo en regla.
Jamás pudo pensar que desde entonces; su mente en desfasado se había calentado con Engracia, se había enamorado con Engracia, se había acostado con Engracia siempre en su cuerpo, en el de Pura, y le pagaba.
A medida que Engracia formaba sus pechos caderas, su sonrisa dulce más envolvía.

Esa mañana en un abrazo interminable había subido al barco con un gracias madre en la boca. La bendijo como si casara con su propio regreso. Volvía a Grecia por ella. Olería Milea por ella. Sería budza por ella; como Pura ahora era puta por todas las Engracias ingenuas que ataca el desorden del orden mentido. Ya volvería.
Ya volvería Pura también al mediterráneo, quizás cenizas, pero ahora no urgía; tenía una hija a quien proteger.

Comenzó a ordenar la anarquía de su cuarto. Se dijo, carajo acá no más.
Benito había quebrado a su paso todo, hasta los espejos. Vociferando su lujuria perversa cuando supo que Engracia se había ido.
Pura no necesitaba los espejos, por fin sabía quién era y a qué había venido al nuevo mundo
Sería ella ante el hombre que la ame sin paga y sin reflejarle a ninguna otra mujer.

jueves, 8 de noviembre de 2007

“Para Elisa” para Laura…


Muerdo del anzuelo, y vuelvo

a empezar de nuevo, cada vez…

"costumbres argentinas"

andrés calamaro



Se puede caer. María tiene tesón. Los circos y las costumbres argentinas se parecen. Corrientes de abismos, resbalarse de las cuerdas con red, sin red; resistir.

Y ella vuelve a trepar. Juan sabe que tiene una tercera dimensión en su cuerpo, que la comunica desde un raro sustancial, incluso con Beethoven que le liga desde Para Elisa: el trance, la seguridad de que alguien ofreció esa música para ella, por eso la deja fluir bajo la carpa del circo. Sabe que no volverá a caer.
Por que María no tiene a nadie, se hizo familia del circo, por eso busca respuestas desde el trapecio. Sabe que por el aire están los secretos de su infancia y por el oscuro agujero negro de la caída, la revelación de por qué no sabe quién es.

Aprendió a ser, de bebé a niña en una casa hosca, mandataria; llena de palabras escondidas ausente de respuestas. Decían somos tu familia y no había un puto abrazo que lo confirmara. Percibía un odio en cada orden, mientras le repetían no serás germen de semillas fermentadas. No entendía. Y apretada en tanta represión, la adolescencia la empujó escape. De trenes a rutas, de pueblos a fronteras, de equilibrios al diario que pedían empleada para boletería de un circo. No era un gusto estar inactiva detrás de una reja, algo en sus genes la repelía. Por eso rogó a Juan le enseñara a volar, nada en miedo, siempre en búsqueda.
Su número alternaba de fondo la música de sus musas, Claro de Luna sonaba esa noche por primera vez en Buenos Aires de nuevo; bajo la carpa del cirque Soleil.

La fama del espectáculo era mundial. Demasiado caro para Chicha que deseaba llevar a los nietos que le llegaron después de aquello. Fue con ellos a ver los carteles, la fanfarria de atracción en la puerta; la actuación había empezado; se oía a Beethoven desde adentro.
Recordó a Laura, cuando embarazada pasaba las tardes ante el piano enamorada de su música, acuciando el miedo que nunca imaginó tan monstruo. Nunca más supo de ella y su nieta, siempre presintió una niña. Corrió, corrió tanto entre cuarteles, gobierno e iglesias. Nada, mentiras de una época que la trituró como si hubiera caído de ese trapecio de la foto. Tenía en el bolsillo unos folletos que prepararan en la sede de Abuelas, con sus compañeras de búsqueda y de resucite; los sacó y comenzó a repartirlos impulsada por las notas que oía, algunos los tiraban sin mirarlos en esa indiferencia que muere la calle últimamente.

Terminó su rutina, ese día necesitaba ver el claro de luna afuera, ingente, llena como escrita de presagios. Levantó un papel distraída en la contemplación, Juan se puso a su lado, siempre Juan a su lado; miró las manos de ella y por curiosidad leyó el texto en vos alta. Causalidad.
Fue una sonata, una sinfonía un concierto por todos los parlantes inéditos de las bocacalles.
Al día siguiente fueron. Otro vértigo otra cuerda, ahora sí la ansiedad, el miedo de no tener certeza y sí.
Fechas, coincidencias, ADN.
Era Elisa su nombre, la hija de Laura, la nieta de Chicha.

El circo y las costumbres argentinas, la llevaron con Beethoven a saber cuando un abrazo es familia; siempre con Juan a su lado: su amor compañero.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Contra el muro



Detrás, detrás, detrás; caballo y galope atacado; delante, lante, lante en los ojos de Inot. Un flash, dos flashes, tres y más y más…, cada árbol un bosque se juntaba en su propia estampida. Se decía en esa especie de vértigo delirio: sos Inot, veloz, saltar, saltar, muros, saltar… (todo era un rugido latir del galope)
Si alguien chocara al paisaje, igual no podría con él, solo se veía la línea de una carbonilla negra casi volando detrás, casi empellando delante; que zigzagueaba y se descorría como una mina de carbón abierta por el vientre.
Inot llevaba la búsqueda, el evite de pérdida adentro, la consigna de ser de acero, resorte que pueda; mientras la voz…la voz…picaba en aliento su martillo de oído…más Inot…más Inot

Allá el muro, oscuro humedecido intenso; espada hacia arriba, montaña de ancho. Sin siquiera plantearse ser traspasado, se transcurre en poder de infranqueable, se deja seguro.
Después la cueva, la reja, el tiempo de aura de aparición en hembra; morada cerrada por odio de celo. Allí Surindia solo permanece, sabe que se brilla en luz que se muere encierro. Flamea y refleja cintura cadera pechos gacela, con olor a cruda. Sobrevive. Gracias a la voz que le susurra entre un rayo de armonías que salen de sus manos. Porque Surindia es maga puede sonar chinchines en su boca, hacerse vestido con los pétalos, perfumar su cabello con los ojos, pintar la cueva con sus piernas…saldrás Surindia…sólo espera

Dos voces se pararon sobre el muro, lo acusaron en hueco de sus timbres…sos de lluvia…fundite cause
En el preciso instante que caballo e Inot emprendían el salto homicida de estrellarse; sólo lluvia abrió paso al decidido; sólo lluvia movió barro desvirgando los barrotes, sólo lluvia mojó el cuerpo de Surindia.
Se puede, podemos, con los muros.
Sólo lluvia vio el abrazo del jadeante y la señora de la calma, bajo el cielo de esa noche con dos voces.