domingo, 25 de octubre de 2009

Con ropa de actor








En la galería de los malvados, Mariel caminaba entre pasos urgidos. No era tribal primitiva esa aglomeración, era de hoy, a empellones seguía su objetivo. No ver. No admitir. No negociar sentimiento. No involucrarse.

Por eso cada vez que salía de su trabajo se preparaba para observar esa, que ella bautizara “la galería de los malvados”, necesitaba sentir que no se la tragaba a ella también. La realidad tenía que abrirse en algún punto flojo y vibrar como ser vivo.

Había quedado con Osmán, encontrarse en un barcito de San Telmo. Él era un foráneo para los de la galería, si en una casual visión lo detectaban, lo sellaban como terrorista asiático.

Ella lo conocía, desde que pasó por Relaciones Exteriores; oficina control de pasaportes librados en medio oriente, la suya.

Sabía que su llegada obedecía a una gira de conciertos, impulsando una divulgación cultural y política, junto a un grupo de compañeros de su universidad; como defensa de una libre identidad pacífica y muestra de los avatares que otra forma de vivir y de tradición complacía o afectaba a su pueblo, quien debía encontrar por si mismo su representación y su calma.

En escaso lenguaje compartido, se entendieron, ella fue al primer concierto: una mezcla de música del génesis universal con influencia étnica de procedencias diversas. Quedó sorprendida como esa instrumentalizad le hablaba del mundo desesperadamente en gritos, en ruegos de una mirada no fugaz; para quedarse en cada punto de vida apaciguarlo y comprenderlo.

Tomaban café, en medio de estos comentarios de percepción, casi por señas. Mientras la ventana del local, era para ambos un objeto de estudio de lo social y un diagnóstico a priori, intuitivo de lo que le pasaba a ese mar ausente o a esos arroyos mínimos presentes de personas. Situaciones, mercantilería, instrumentos, mimos al paso, tangos y compás de turismo, antigüedades con su historia muerta, y nuevas mazamorreras, esta vez en porciones de tortas caseras.

Desde esta feria exterior en movimiento, en osadía, en impulso de presencia ángel, de fuerza de carne viva; irrumpió un canto atronador pero armónico de un acordeón musicando a Rimsky-Korsakov. Temblaron, se conmovieron. De Osmán sólo una lágrima de esa sensación enorme, interior; hablaba desde su ser adusto. De Mariel una piel erizada en sudor rumoroso, poniéndole estilo de rubor de infancia, como cuando atendiera su primera nota.

Era de buen paño quién fuese el ejecutante. Oyeron aplausos, gritos, luego una sirena policial; forcejeos.

Dejaron sobre la mesa el costo consumido, salieron a viento empujados por ver qué suerte corría el músico, qué suceso. Al saltar la esquina, no era creíble lo que veían. En la galería de los malvados, ahora sí, había un alto; hijos de puta, curiosos eran, críticos eran, condenadores eran. Repetían, no se puede permitir, de donde salen estos roñosos, para esto los hijos, por eso yo… un perro, los abandonan, los negocian, los mandan a trabajar para gastarse todo en bebida.

La policía acompañaba gente de Minoridad y en un costado de la calle, buscando protección de sangre, de yo te entiendo; se pegaba al cordón en una diminuta sillita, el ejecutante. Con ropa de actor, un niño. Con una mirada bella llena de inocencia y tapado de miedos, sostenía su acordeón, apenas gesticulaba que no entendía nada y se escudaba otra vez en su gran concierto mientras sus piecitos apretaban imperiosamente una gorra con algún dinero que álguienes, miradores, le habían dejado.

Osmán lo tomó en brazos; Mariel quiso entenderlo, por su trabajo, manejaba mínimas frases de varios idiomas. Es rumano dijo.

Después los papeleos, la institución correspondiente; unos padres extremadamente jóvenes con tres niños más e instrumentos varios, llegaron al lugar. Asustados, en amor de rescatar al niño: Irfak, Irfak repetían, era su nombre, él los reconoció y sonrió por primera vez, se lanzó a los brazos de esas personas vestidos extraños y lloró, lloró angustiadamente por todo lo que había ya vivido y crecido duro, desde el nacer a sus cinco años. Los otros se plegaron entre sí al abrazarlo y de los ojos el dolor de un otra vez la nada, salía en demolición de ladrillos viejos estrellados contra el piso.

Mariel y Osmán intercediendo; ella ofreció ayudarlos en trámites necesarios con la embajada correspondiente, él sólo les regalaba desde su medio oriente milenario: calma para dejar lo tenso, instándolos a tocar en familia como si fuera en su casa natal antes de estar muerta. Sacó de su bolsillo un tubo pequeño con perforaciones y desde el aire de su boca, las notas se unieron al grupo rumano. Se transformó el tiempo, allá estaban siglos atrás en una aldea de paso donde la vida no sabía de fronteras, de mercado mundial, ni dictadores, imperios, anarquías, invasiones, ni indocumentados.

Costó meses resolver lo legal. Costó años reamar en mínimo la psiquis de la familia. Costó poco para Osmán incluirlos en la gira con sus compañeros asiáticos. Costó cada día de su vida para Mariel olvidarlos, en especial sus músicas, el beso de Osmán y la cruel historia de aquella gente y el por qué de su huída a Sudamérica. Tan tortuoso que a nadie contaría por respetarlos; esa mierda, sería CONFIDENCIAL.

martes, 13 de octubre de 2009

Conjunciones, noche y Buenos aires.








Conjunciones, noche y Buenos aires.

(extraño desfile subterráneo )



¿Qué tanta bulla tiene la osadía en despertarme de estos sueños de la Mancha?


(Casi mitad de la avenida, decida ancha en Buenos Aires. En broncosa noche de fríos. Por interferencias del tiempo, rareza de la estatua: sin luces, en la penumbra parecía que el caballo desorientaba buscando su jinete.)


Llegó al borde de la 9 de julio. Sepulcro de silencios, se dijo, entonces ¿de qué taberna eran los gritos?… Zbmmm… una masa batifondo lo rozó, le hizo saltar desgarbado hacia atrás, le dejó un olor ácido desconocido de ese humo negro que iba como soplando arcabuces por detrás.


¡Qué animales desconocidos, válgame dios! ¿Habré confundido la marcha y he desembocado en una estepa salvaje? pura piedra plana sin rastros. Si soy el primero en pisar esta tierra podré bautizarla con mis títulos y será mi vasta propiedad, al fin mi reino será establecido y no pondré en mis tierras ni un molino que venga a desafiarme.


Un rodar lejano herrumbroso lento y un llamado ¡che Don! Ando en el rejunte nocturno, venite, hoy la lucha es con el viento; mierda que sopla fiero, si hasta cortó la luz.

¿Quién anda quién dice? En tanto desconocido, la voz le pareció familiar. Soy el Panza vamos por el Pizza libre y la Mayo, mientras hacemos el ciruje nos llegamos hasta lo de la Lola que encontró media de tinto pa` compartir.


Acopló. Se trepó a un carro de supermercado destartalado, ató unas viejas tiras al frente y gritó ¡vamos Rocinante!

A Panza le causó gracia pensó que lo estaba rebautizando, al tomar el declive que tenía la calle iba en picada. Al pasarlo arrebató una tapa de olla descartada de un contenedor, arrancó una larga rama de árbol que casi lo destripa vociferando ¡contra los molinos mi fiel escudero!

(De pronto había espantado, veía construcciones comprimidas altísimas, sin aspas, pero ¿qué otra cosa podían ser?)


Hicieron un trecho, se les unió el Pizza libre, el apagón parecía planetario. En la esquina del Banco, frente a Plaza de Mayo, el Nación con el Dorrego se habían prendido una fogata para acompañarse y matear con el Telmo (vivían en San Telmo sobre la calle Dorrego, puesto este nombre en honor a un caudillo de provincia que buscaba un gobierno más repartido desde la capital), de ahí sus apodos. Comparten allí el barrio viejo colonial aún con empedrado donde vivieron familias de apellido con servidores oriundos africanos que dejaron entre las gruesas paredes su rumor de tamboriles. Hoy es la cuna de anticuarios, del tango, las ferias de artesanos y la danza callejera. También se les unió la Mayo (que los sentía sus hijos perdidos, tantas veces los jueves habían dado la vuelta en esa plaza Madres y Abuelas reclamando, ella dormía allí entre pañuelos blancos) y el Kilmes (que pateaba excesos cada día por un poco de libertad vendiendo por el camino los trastos que trenzaba). Reían a carcajadas cuando se acercaron, Los presentaron ,pero él sólo se preguntaba con qué habrían encendido el fuego si nadie tenía ni una onza para cerillas; y bosques ni cercanos, su olfato le repetía que no había campiña ni arroyos en derredor.


Las risotadas eran porque el Nación corría con los otros detrás, ¡vengan ustedes también! desperdigaba ademanes de anfitrión, ¡ bienvenidos al parque de diversiones! Saltaba y se le caía el único diente postizo que le quedaba, todos paraban bruscamente a su orden….manipulaban en cuatro patas el piso hasta que alguien pegaba el grito de ¡diente clavado en un dedo! El pensó que buscaban un arcón con monedas y joyas, desesperado bajó de su corcel, lo ató, le habló tranquilizándolo; ahora sí podría obtenerle un fardo de pasto y unos toneles de agua. Tanteo con ellos; pero ya los otros volvían a correr…

Cansado tirando de Rocinante que ya sin pendiente no quería dar un paso, vio algo que giraba en donde de a uno iban desapareciendo. Al acercarse y después de unos respiros, aparecían alegres con tanta magia o ¿sería un monstruo como aquellos molinos ,el que se tragaba a estos, que ya eran su cortejo?...Se acercó con la tapa y la rama al acecho , un aire caliente salía de adentro lo tragó esa cosa; los ruidos le confirmaron : Me está masticando y a mi escudo y lanza abolla y despedaza ¡por todas mis blasfemias ,es un castigo Señor, mi Dios! Cayó despedido en el suelo desde donde había sido devorado…


¿Qué animal es este que se alimenta de vosotros…os destroza y luego os escupe tan armados como antes?…Pero; ya el miedo os ha tenebrado la creencia, no sois más dignísimos imbatibles e indudablemente se ha quedado con el alimento retenido en nuestro cuerpo…Nos ha dejado fantasmas…espectros…como huecos que seguimos caminando en este páramo.

Eso no lo hace esta puerta giratoria Don. Eso lo hacen las vueltas de los bancos, los gobiernos y los mercados que nos usan y nos llaman sudakas. ¡Si! Como los que pusieron el mac pato, ese, frente a mi dormidero en el umbral de la pizzería. Ya no sé, si el tano va a poder seguir con el negocio y quedo en la calle, más del lado de afuera del que estoy.


Nada entiendo… ¿alguien vive? Si hay que enfrentar estos monstruos que chupan carnes crudas como feudales de las torres; entonces Panza. Mi querido Sancho Panza, armaremos huestes que los destierren.


Seguían sin luz y seguía el extraño desfile subterráneo en Buenos Aires, se iban sumando, los grupos y los acopios todos varios, acumulados para vender por monedas en la mañana. Algunos ataban sobre sus hombros otros hacían bultos como camastros y tiraban de a cuatro. Entre las oscuridades parecerían un séquito de estatuas, barrios tribus y edificios revividos. Sus nombres, sus coronas, sus riquezas: El pan del otro día…


Llegaron a la fuente de la Mora. Se acercó una mujer incierta de pelo enmarañado con cierto arte y una túnica hasta los pies descalzos. El la miró acomodó su barba pegajosa se lió un trapo como capa y alejándose de Rocinante, hizo una reverencia susurrándole al besar su mano: ¡mi querida Dulcinea!

La Lola se impregnó de aquel nombre. Era grato entre tantas noches de sin techos, encontrarse con un señor que la sobrenombre con reverencia y un beso de mano. (Los que aparecen por acá desconocidos, son turros ebrios y solo quieren ¡pasársela a una!, pensó)


Saco la media de tinto, nadie se emborrachaba, en este conjunto excluído; pero forjador de ilusiones de servirle el cirujeo. Eran buenos cumpas, la visitaban cuando encontraban algo de yerba mate, para morirse en tristeza acompañados en un fogón; mateando junto a la fuente artesana y desnuda, con porte de reina. Luego llegaba el despedirse al aparecer la madrugada, con una sonrisa de niño encontrada entre el sueño que se les venía encima. Porque con sol, mejor dejar de ser habitantes dignos de la ciudad y esconderse. Los demás, esos grises que corrían todo el día no los entenderían y menos reclamarían algo a sus gobiernos para los medios y los bajos subsuelos de este urbano.


El azul noche y alguna luna con fosforescencia de pureza, sellaban esa junta de amistad.

Don le ofreció su capa para sentarse. Ella repartió el vino, contaron cuanta locura veían en la ciudad entre los “con casa”. Todos repetían: ¡a dónde vamos cumpas! El mundo se pierde. Lo peor que corriendo no se dan cuenta. Por eso hace rato que a nosotros nos bajaron de las puertas nos sacaron las ventanas, queda poco lugar para ampararse…


¿Y quien dijo que esto no es libertad? Cielo abierto…agua clara de estos ojos del Guadiana en una dulce mujer con su fuente y el buen vino, (hizo una pausa entrecerrando el ceño como apretando lágrima) y vuestra fiel amistad que me sigue en la cruzada contra los traga humanos. Por lo que presiento, ustedes racionan cada comestible que aparece, no he visto huertas; pero supongo que con habilidad podríamos sembrar para todos, ya que vislumbro por fin una gran masa de agua cerca. Ahora que ésta será mi comarca, yo les nombro mis pares y tendrán su tierra ¡hagan su vida libre en ella!! Todos callaron en emoción como si el latifundio fuera cierto y el Río de la Plata un caudal virgen.


Había que volver...Un beso de Dulcinea le quedó en la boca. A Lola le quedó el sabor que ya había olvidado, de querer un hombre sólo desde los labios. Los demás marchaban empujando a Rocinante con su caballero andante, como llevando Guía, resplandecientes hacia delante


De pronto un sol asomado impertinente cambio el marco.

Buenos aires despertaba. La locura, las bolsas desarmadas la pobreza…los cartones y las camas de vereda…se escurrieron en ellas. Pizza libre, Nación, Mayo, Telmo que se fue tamborileando con los dedos cada puerta y Dorrego mascullando que eso del reparto del Don era una buena mirada federal. Kilmes recuperado emprendió la caminata regreso, pensando que esa noche sus ancestros originarios lo protegían allá en los Valles Calchaquíes del Tucumán. A Panza le quedaba de pasada la explanada del monumento en homenaje al Don Quijote, en avda. 9 de julio esq. avda. de mayo…Se abrazaron con el Don…

El descarte. Color, luz día tránsito ¡chau che Quijote!...

¡Eh¡ Panza me llamo Aurelio, anoche no quise ir con vos me quede dormido, ¿sabes? soñé que me salía de esta estatua :ÉL era yo, YO ,él y comenzábamos una caminata contra los jodidos que nos dejaron en esto, incluído yo mismo.

Panza emprendió su paso, se frenó... ¡La pucha Quijote! Usté era ese del medio de la plazoleta. No, no se durmió; nos puso la tripa con delirio, nos puso. Pero no despertamo, crecimo. Mañana con lo cumpa y la Lola dijimo de juntarno y hacer una asentada donde vive la Mayo, la plaza vio? frente a la casa de gobierno. No nos vamo de ahí hasta que juntemos pa` techar la plaza, donde podamos vivir y tener lugar para clasificar la basura que cartoneamo. Como usté dijo es de todo esta tierra. Y por ésta le juro,¡por mi gorra bostera del equipo de mis amores ,Boquita querido! Que el primero en buscar pa` que viva con nosotro, es a ¡Usté DON!

Buenos Aires ya era todo ruido, gases urbanos y muchedumbre.

Extrañamente el pasaje del costado, que se tragó el ensanche de la avenida, alguna vez se llamó: calle del Pecado. Y ellos no habían cometido ninguno.





mabel casas 11 y 12 -3-07 fin de la noche y madrugada