domingo, 26 de julio de 2009

Calor ingenuo y dos de la tarde









Era la siesta. En alborozo de sentirse libre. No importaba el externo calor, ni las pocas sombras, donde el revoleteo de moscas hacían causa común con nosotros. Volar el momento. Llenarlo de juegos sin nada, sólo con la fantasmagoría infantil la tierra el agua y entidades desparramadas utilmente viejas, desahuciadas por los grandes.

Momentos de verano en campos de Chivilcoy, ciclos de siega y trigo en madrugadas y atardeceres; entonces cómo no iban los adultos a necesitar sosiego de siesta. Un instante en la memoria del saber las manos al hombro haciendo trabajo a pulso sin tecnos monopolios de la tierra; encuentros de parentaje, jornal y esparcimiento en compartido.

A la prole le dan la fiesta de la hora más sofocante, el permiso de excepción a dormir. La causa: nosotros. Que veníamos de la ciudad de fábricas y obreros con goce de vacaciones. Y hermanos con hermanos, familias con familias; volvían a sentir que no había distancia. Hasta a veces de noche ellos también se volvían chicos y jugar a las escondidas nos encontraba risa conjunta entre las sombras.

No había miedos, nada lo causaba; así en las siestas amasábamos barro. Placer ancestral de las texturas. Incapaz de cruzarse son ese elixir

de amase contaminado. Condena hoy, del glifosato. Conjuro real, de temerle a los sueltos de locura en síndrome de trata, violación o secuestro.

Bajo los pocos árboles de ese monte ralo, alejado de los cuartos; condición era de los padres alejar las risas de su siesta. Nacían cacharros, personajes los castillos y las tortas en viejos tazones enlozados aún coloridos, entre su descascaraje medio enterrados en abandono. Qué historias tendría cada uno. A nosotros se nos presentaban como tesoros de la tierra Llenábamos el té imaginado de manjares térreos, adornados con flores celestes de navidad; que en honor a la cocina surrealista, cosechábamos de los jardines de la casa.

En cuadros como ese, se olvidaba la odiosa siesta obligada del lugar urbano; donde los pequeños en la calle solitaria por la canícula eran custodiados en la casa a la vista de los progenitores, poca libertad permitía el cemento; por eso en paisajes como aquel se grababan las huellas de una infancia que nada tenía de cruel y que aún se respiran de adultos. Se prendía un aprendizaje amplio, lleno de vivencia mágica y de progenitores laburantes, con espacios de descanso y frondosa tenacidad para saber qué es libre; pero laboriosos cotidianos y preservados de identificarse con los años, a los monstruos humanos que hoy acosan vulnerando.




imagen: "a la sombra"(solá) de ruiz de la casa

sábado, 18 de julio de 2009

Tristezas del río de la plata
















El río era dulce. Mansamente, los moradores a su orilla hablaban de hermano a hermano, con él .La vida soplaba sobre la hierba en las barrancas vírgenes. Adobe, paja, tejidos, cacharros. Su dimensión: en armonía. Escuetamente como entre magia "vivían de la caza y de la pesca.".

Para beneplácito y regocijo de este río (nunca él se creyó esto). Lo vistieron un día naves de conquista. Colonizadoras, jesuíticas, campañas del desierto.

Una fiesta de civilización transportada. Una muerte de civilización ignorada.

Entonces comenzó el río a ver la profanación del crecimiento. Rozagantes pieles claras, ojos traslúcidos, contrabandos y negociados en auge; vicios alegres de gobiernos que prendían con pólvora.

Los políticos en progreso, los milicos en contacto, los indios en extinción.

¡Próspera Argentina!

El río vio en silencio.

Después, ("qué importa del después...") .Muchos tangos pocos tangos. Y perdidos, flotando a la deriva en aquel río, los kultrunes, las quenas, sus culturas.

Y nacimos con la sangre trasladada y nacieron los pocos con hilos originarios en las venas .Aún el río nos bañaba a todos y nos regalaba verano.

Años, oleajes profundos.

No. Jamás las aguas creyeran lo que recibían sus entrañas. Tumba y anegación descontrolada.

Ahora, si, ahora, llora. Se va, en playa impureza. Ahora vuelve y se desata; por que está inconciente.

Quienes excluídos, rancharon a sus orillas, hoy ni paliar el hambre con sábalos pueden.

Murió la cordura de aquellos días que mansamente los moradores a su orilla le hablaban de igual a igual...

Y los que estamos, bebemos su horizonte desesperadamente como único alimento, porque ya ni deliberadamente como entre magia " se puede vivir de la caza, de la pesca.”, ni de nada...


El río tan oscuro, ya ni puede ver su color de león y pura raza.


jueves, 9 de julio de 2009

Desproyectado








Ramiro de la Cruz, un proyecto sobre sí mismo. Desde sus espejos columpiaba el narcisismo; de sus inversiones y caudales: los secretos.

Gran señor de la vida postmoderna. Ganador de los objetos, los esclavos y banderas. Cambiante de rieles y estaciones, según su escalera de subida al poder y la mentira.

Ramiro de la Cruz, un contemporáneo que compró el túnel del tiempo y viajó. Su codicia dijo es cool haberlo transitado. Falló el doble cálculo. Ampliaría su fama de pionero, los resultados en las cadenas de favores; y sería un éxito el marketing que lo impulsaba. El tiempo del destiempo le jugó la lógica y el absurdo a sus certezas de soberbia. Y por ese agujero negro cayó entre jíbaros con sus propias costumbres. Estaba muy lejos de la nueva vida feudal del siglo XXV que le prometieran los folletos de la aventura.

Y fue la gran sopa mal digerida, con demasiados trastornos digestivos para sus ilusos captores que no descubrieron su carne de carroña.

Fin del proyecto de sí mismo. Desproyectado para trabajar entre y con sus congéneres, en algo más que sus personales tiempos de ingresos brutos, fiesta, votos y manteca al techo.