domingo, 15 de febrero de 2009

Espía de sí mismo





Como pisando calma llegó a la casa, toda puertaventana abierta y sal en el viento. Ya no traía la furia en que se había ido, ante una llave interna que no giró. Su mujer en la cocina, era un desconcierto bajabrazos, intentaba apenas inventar una ensalada; entre rodajas de tomate ponía silencio y en plumas se asentaban los trozos de lechuga como si quisieran mezclarse en la displicente caída hacia las entrañas de las causas.

El se acodó en la escena, sintió que no era el espectador de allá afuera, ante la toma presenciada en la playa. Un asombro espeso le puso pesas al cuerpo y aspas a su pensamiento. No podía reaccionar a nada, sólo sentía que aquellas agujas de pino que pisara lejos, se le llovían clavándoseles encima, disparadas desde la cocina; no por rencor, no por palabras sólo por la enorme lágrima que veía encerrando a Ema, y que llegando al piso se hacía hilo de perder, de descoser, de correr hasta sus pies diciendo: mi cuerpo no tiene doble que camine, me escalofría un revoque del negarme, me refloja entregarme. Y mi génesis no se abotona, no evoca ni se convoca, no se sublima.

De pronto como si ese dolor sentido por las agujas de pino y el susurro húmedo del hilo que sintió laguna, revelación, reintento; dio pasos,

Se paró detrás de ella y fue diciendo playa a playa, pinar a pinos, su mar y espía. Habló de su fantasía casi exigiendo que aquella pareja le diera el acto erótico que sorprendentemente había esperado ( Teo admitió aquí, que en la realidad no era su forma de abordarla a ella). Contó su decepción ante lo que vio, tan burdo, tan sucio de secuencia barata, y todo lo que se miró a si mismo.

Luego las moscas coladas por las ventanas llenaron el silencio denso, reflexivo, que cayó después.

Ema giró luego de pasados años de tres minutos. Encajó sus ojos en Teo, con un mensaje sin voz pero que tapó el ruido de las moscas.

Como fusión de recibido, él rescató un dedo de la mano caída de ella, le habló al sentido, le abrió a su propio tacto; y un golpe de venda caída, de deseo en una sola célula de su palma lo acercó a la de ella, vibró; respondió la corriente e iniciaron su propia espía. Solamente acercándose a sus costados sin casi rozarse pero cargando un encuentro desde otro escenario plagando deseos en dos.



imagen: giant brain key hole

domingo, 8 de febrero de 2009

Hoy ni tres lágrimas



La noche es un perfume de volados. Cualquiera que se atreva a caminarla a tientas; pensaría que está vacía. Las casas se han guardado y las ruedas escasean.

Pero dentro hay una ciudad de personajes vivos que sorprenden con su historia casi vegetal como la sombra de los árboles fieles, dadores contra todos los miedos. Pulcramente congregados son la logia oxígenaria, lejos del ocultismo y lo vedado.

Unos pasos y el hombre que surge a media esquina, trae un cuerpo alto retorcido con cadencia melancólica de río y rastros de incendio viejo, en sus manos chamuscadas de trabajo; pero majestuosamente sol amanecido. A su par una mujer, con el vuelo de los rosas en su larga pollera. Amplia lleva una preñez de tres meses que acusa abultadamente tres hijos en su vientre; es amante, palabrera, un romance la vida; aunque camina y trepa muchas veces entre escombros como flor de enredadera. Mujer de cascabeles, medio arena y alfombra verde, un poco piedra agua y mucho de preludio. Es una gala en la noche que recluye al vecindario. Y la niña, la niña virgen llega con ellos, tez rojiza con su pelo trenzado, flecos en la falda y un tambor titilando en la alegría de esas negras manchitas de sus ojos movimiento. Era deriva por las calles, ahora ellos la guían.

Son enhebros del desierto, urbanos del espacio excluido a las tertulias mundanales. Sin embargo van a un encuentro. Casi mineral, orgánico vital con la tracción de la sangre.

Los esperan, en un hueco donde el cielo abrió estrellas; tres seres tan brillo como ellas. Tienen vida encimada, lo dicen sus canas aumentando el grosor de sus cabellos; de nudo verde aún con sus tres siglos a cuestas.

Abrazos y ofrendas. Una pluma de guerrero, un puñado de flecos rojos y una larga vaina con semillas. Regalos para los nuestros les dicen. Son la voz y los consejos.

Hay en el aire una boca de tormenta, un pasado verano en brazos del otoño, hay fiesta en este hueco siendo familia que se allega. Como un atado solitario de calles vacías, como un ajuar de nido recién estrenado; sin morir por fin ante la quiebra del futuro.

domingo, 1 de febrero de 2009

Clericó















Era una plaza y Defensa. Tres tiempos concibiendo en vistas cuerpos formas.

.Iban. Venían. Cientos de hormigas multiplicadas o las mismas, repitiendo camino humanos cargas. Cargas ya cortadas, diligenciadas hechas madre y caños, baúles pesando curiosidad y misterio, un banco un termo. Pilas apiladas cubriendo veredas estrechas. Colas de espera sin número al mejor postor de llegada. Cuatro de la madrugada y domingo, brillaba el empedrado, algunas sillas, mesas, para soles humedades y sombras se cerraban; algún café con crema todavía un raro bar servía. Temprano con el día abrirían esas colas apiñadas la feria de San Telmo. Y ese ramal del tiempo de artesanos, con ropas, oriundidades y precisos gestos, seguiría laburando en hormiguero.

Los sentados. En rezago, eran otro desvío; otro presente desigual matando luna, algún sorry cargando alientos de botella. Viajes al fin del sur. Nosotros pájaros del zoo sin cristal, ellos eurodólares sin condicionamiento; perdidos sin embargo en la plaza que vestía desparramos y apurados.

La calle, callejón, estrechito, costadero, era el tercer estado real y en retumbe. Fantasmas ungidos en candombe de fiebre amarilla en homenaje, identidades de otro siglo en carne hueso; hoy. Decían hago música existo, extiéndase al resto, oigan; viven aquí en esta mezcla de frutos con alcohol, de hormigas, de extranjeros y latinos, en nocturno cerrado buscando el tesoro perdido del cofre de Pandora; del cuenco afro asiático, y la vasija negociada por la fiesta colombina y feroz.


Un clericó, eso era el cuadrado derivado en Dorrego plaza; frutos dulces, alta graduación y sonoro viento fresco. Yo y vos más extranjeros que la cófrade turista. Quienes éramos? Café con crema invadidos de humo marihuana, un escape a la vida de rutina, olores de inmigrantes ancestrales, o un pedazo salido de algún tango?

Un presente, tres, uniendo lo que fuimos que no somos; pero estamos hasta que seremos o dejemos? O Noche y Julián que por fin reventaron la pared de su jaula de ladrillos y salieron a mezclarse con la gente ese domingo enero diez de un dosmilnueve?


Me quedo con tu mano, regresemos a casa. Nunca más a la pared.