lunes, 12 de mayo de 2008

¿Qué es lo que se pudre?



Donato había hecho la pregunta, con el sigilo de un león, parado en su vieja esquina del pueblo. Es como mi bar, decía acercándose al asiento cercano; gracias a Lucinda enamorada de las plazas, que en su vereda había puesto un banco donde pensar cómo tomar camino, plaza, vida y ser mujer sin que le rasparan el rótulo y se lo volvieran atrás. ¿Atrás del hombre o atrás del hambre? Discurría.

Entonces, él se sentó, sacó su bandoneón y largó como cada tarde su concierto.

No sabía por qué no había nadie en el pueblo, sólo Lucinda un mate y esa súbita frenada fuera de ganancia, ya que nadie corría en la pacífica calle de tierra. Alguien bajó micrófono en mano, una verborragia sin emanación a cordura surgía del personaje. Preguntaba sin aire entre medio, quería saber de la carne al asador, quería primicia, queja, apoyo de ficción. Quería idiotas sin pensamiento, y repetía algo de tener un oro verde y una multitud en las rutas.

Lucinda calló, regó sus malvones de la verdad y Donato guardó su bandoneón. Pensaban: para hablar hay que saber de que se habla, o ¿todo es santo y castigo?.

Ambos iniciaron contra pregunta y reflexión, con la poca palabra llena de savia como turgencia de los árboles del pueblo: ¿Ud anda mendigo de dignidad o de mentiras? Parece un hombre de bares con café en palabras frías. Habría que interrogarse qué es tener, a los ojos de las miserias. Los necesitados que acucian futuro, aprenden como afilar el hacha para seguir la poda y no convertirse en hielo de los inviernos. Pero no tiran el árbol, sólo calientan el cuerpo para subir la cuesta buscando lo que se pierde y nos pierde. Sólo hacen la hoguera y reparten la sopa, siempre se cuida el bosque y se persigue trabajo.

Pero grábenos, publique, grite, muestre lo que le dijimos y a esta calle; solamente escuche luego, el murmullo del suelo que pisa…

Alguien con micrófono arrancó su auto despacio, llevaba esa pregunta del músico de esquina en su silencio.: ¿qué es lo que se pudre?, había repetido Donato. Y no sabía si apretar el acelerador hasta la ruta entre campos extensos de soja, o volver a compartir un mate y debatir sobre quién se está pudriendo y quién se pierde.