domingo, 28 de agosto de 2011

La roca







“no celarás la mujer del prójimo”


Guerrero el mar. Lo sentía resistir y venirse. Soy su hija, se decía,cunas de Tritón enarbolado fueron las nodrizas de Marina.

Nacer allí no se puede explicar, se crece enamorada, enarrimada con él; hasta que éste va reconociendo cada orilla de su desnudez. Ya era una mujer, no su hija.

Marina lo escribe, lo dibuja, lo canta y lo odia al fin.

Cuando se casó con Manuel, comprendió su obediencia a las mareas. Con un hombre como su marido, descubrió que era amar y convivir sin sentirse cautiva e invadida,

Pero cela el océano, espía, enfurece; maltrata a sus amadas.

Atrapó a Manuel, no lo dejó volver y anegó la casa en que vivían.

Ella se arrancó hasta su propio nombre: Marina. Desapareció.

En el fondo de su desierto, se afincó entre montañas, no, ellas no la celarían; las sintió sus hermanas. Les contó del líquido asesino, ella ya era una más. Ahora, Roca, su nombre.

Con el tiempo, convenció a sus iguales para desmoronarse juntas, rodar y acabar con el mar.

No habría más celos que violen al género, ni maten a sus amores.


lunes, 22 de agosto de 2011

El jardín de la luna











Junio es premeditado. Rabioso del hoy ecléctico. Desconcentrado.

No eran así sus reglas. A que pensar en el invierno se dijo Juana, que se sentía ella misma junio. Pensaba sí, en el otro hemisferio, el verano estaría en incertidumbre también. En bataholas. Como estamos los humanos, desordenados, igual que los amores líquidos.

Y entró sin alertas, sin despedirse del suelo de todos los días. Entró al túnel de las calamidades.

Vió señores de corbata firmando oro x glaciares, agrotóxicos x vida, papel diario x poder, familias x particiones, monopolios x hambre, tierras x originarios y más demasiado más.

Entre todos se vió a ella, una renegada, una sin fe, descreída de dioses, estados y justicia. Giraba de rodillas, giraba contra los suelos y los techos. Giraba vestida y desvestida. Parada y en el aire.

Una visión y cientas. La muerte, la locura, la implosión de las premoniciones, el conjuro de una vieja; el cansancio de la pachamama. Preguntas. O mi propio cansancio, Juanaaaaa. Se llamó a sí, se rogó que regresara a su silencio opaco poblado de rutinas, torturas y a veces una risa.

De pronto alguien dijo: “El jardín de la luna” y comprendió que junio devolvía el sol, que anunciaba frío, que le daba la mano. Le pedía con su luna abierta que plantara esas tantísimas semillas que guardaba en una caja. Ciento dieciocho días para la primavera y los brotes nuevos volverán a su lucha contra tanto tóxico, incluso en los amores.

Juana comenzó a desmenuzar la tierra, hizo los surcos; ovulo semillas y quizás un poco de resistencia nueva con otros que salieron del túnel. En ese jardín que estaba gestando copulada por junio.




título del cuento: gracias a una personita llena de luz

imagen: "el jardin de la luna" de suzana villaverde

domingo, 14 de agosto de 2011

Patagonia al sur.











La puerta verde estaba ahí.

Juan en su mente, daba vueltas desquiciadas y se repetía: la puerta verde estaba ahí. Sin saber porqué había llegado tan lejos o tan cerca de lugar de nacimiento.

De qué verde sus ancestros le hablarían, Allí no había apariencia que denunciara la existencia de color, ni de algo que lo hubiera tenido. No había nada.

Todo era un paisaje amorfo, sepia. Algún montículo, pura ciénaga interminable, agujas sobresaliendo sin engañar la vista. No eran resquicios de nada conocido.

En la urbana ciudad donde Dalia huyera hace años, los colores estridentes y el morboso movimiento violento de los nuevos motores humanos y de tracción, la hacían agacharse, taparse los oídos y retener ese fuerte vómito en desconcierto. En cuclillas intentaba abrazarse a la puerta verde que flotaba ente sus ojos.

Ambos, en distancia, concentraban y desmenuzaban su cordura, ninguno podía descifrar la obsesión de la imagen. Juan la buscaba, Dalia la tenía abstracta en su mirada.

No podían saber, que sus padres tapados de cenizas del volcán activo y cercano, hace años, habían sido obligados por supervivirlos; a dejar un paisaje que había sido un cuenco de pájaros y verdes, dónde hablaban todos los pasados más cerca del cielo y la montaña. Ellos eran gemelos aún en la panza de la madre.

Dalia a los pocos días recibió un mensaje de su hermano Juan “encontré debajo del sucio, una puerta verde con un cartel raído que tiene el apellido del viejo”.

Ella pensó en las flores de su mismo nombre, que la madre le contaba haber tenido alguna vez en aquel su primer hogar, como reventando primavera. Compró unos bulbos, Si la puerta aún conservaba el verde, había esperanza. No dudaba que ellos habían salido de allí. Cuántas cosas se habían perdido de su génesis allá en el sur. Hasta de sus propios padres vivos y luminosos.




imagen: "cerrada"por josé calmaestra juteau