lunes, 24 de septiembre de 2012

La colonia campesina















      Cómo se forma la belleza. Entre solitarios barrios, la lindeza la hacían los vecinos.
       Don Juan tenía su huerta majestuosa, profunda al fondo, que terminaba donde existía la letrina. Él trataba de ser feliz y olvidar con sus plantíos que un día salió del campo alquilado, escasas hectáreas para tanta prole, cuando ya no podía trabajarlo. Eran otros tiempos sanos, no los de la soja y monopolios; luchaban con sequías e inundaciones para subsistir con las magras cosechas y escasos animales.
     Su mujer, tenía flores, mucho trabajo cotidiano, hijos solteros aún.  Ingresos de changas y costuras que pedían milagros para continuar. Salvaban las verduras cultivadas, el pan casero y la visita de los nietos.
    Una de ellas descubría la belleza junto a ellos, era tan pequeña. Adoraba juntarse ramos de rosas y disfrutar de los ravioles de Doña María. Todo cuanto había allí era delicia de sus ojos; hasta las sombras la divertían, porque sabía que no atacaban como ahora, porque sabía que estaba segura.
    Llegó pronto el momento en que se fue el abuelo. Ese día se grabó en su mente, solo las flores y una enorme casa vecina la reconfortaron, sin entender muy bien el suceso.
   
    Desde entonces supone que los viajes al ombú, los penachos blancos del camino, el viento entre tanto árbol;  eran la pasión por la mirada que surgía. No se puede dejar, que el tiempo robe cada foto en la memoria, no se puede blasfemar que hoy todo es basura, si se logra tener de tanto en tanto un ramo de rosas en los brazos.

      Los que deforman la belleza, son los mismos que construyen edificios, que ponen rejas a las plazas, que destrozan el verde de un baldío y mienten que nada recuerdan del pasado, que el presente paga y al futuro no lo registran como consecuencia. Sus hijos  y nietos, merecen continuar oliendo la belleza tersa.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Revuelta













      Tenía trenzas en casi un rodete. Mujer pacífica en tantas realidades; pero de pronto se dio cuenta. Los sucesos eran un hilo de eslabones en sus pies. Impedían pasos. Estaba lejos de sus caminos
dorados del otoño. Oscura de invierno; no descubría el nudo para desatar cadena.
       Quizás estaba tan trenzada por dentro como por fuera, era un galpón sin semillas, sin palabras ni acuarelas. Entró a él en un arranque de deseo, tenía que conseguir tijeras abrir anillas. Retrocedió.
      Una sombra casi un bulto, se movía en la penumbra; así no podría correr, tomó una herramienta y consiguió desbaratar su cepo. Iba a escapar desesperada, se detuvo, escuchó la queja. Era como un dolor que quería irse, una muestra de espejo olvidado. Juana se luchaba, se descalzaba, rompía con coraje el miedo. Quién…preguntó tibiamente. Quién, repitió altiva en orden. En orden como voz de mando, en orden con ella después de mucho tiempo.
       Desde el fondo vio brillar un acero, desde el fondo de su cuerpo atacó un recuerdo que quería desterrar de mucho tiempo Buscó fósforos, de sigilo encontró aquella lámpara vieja, la encendió.
Tenso el aire, filo el filo, la luz afuera, el kerosén adentro, dio formas y colores al espacio. No, gritó. No le hagas nada.
       Juan respondía rápidamente, sentí ruidos, lo vi., lo seguí venía a atacarte, sus ojos fulminan. Sos su presa. Somos. Tenemos que deshacernos de él.
       Juana respiró, ni siquiera era un arma blanca; sacó de las manos del hombre, la espátula reluciente. La de sus tiempos de arcilla y vasijas. Se sentó, en una tierna levedad recuperada. Dónde está preguntó él, no puede haberse ido. Si estaba aquí pesado, laberíntico.
       Un espiral de pasado sobrevoló a los dos, los dejó libres.
       Deshizo su trenza, se vieron de nuevo, cuánto tiempo sin este abrazo. Transitemos. Me importa el aire, tu olor, la pieza del rompecabezas que terminamos de armar. Salgamos, apareció el paisaje.
       Es septiembre, dijo él. Será verano en diciembre, agregó ella. No podemos dejar pasar la rebelión de los naranjos en flor, ni el sudor del sol, ni el agua de nuestro río



domingo, 2 de septiembre de 2012

La trastienda












        Desde la pequeña infancia, donde poco se explica pero si se descubre; hasta la adultez, donde mucho se sigue revelando y aún pocos se declaran expertos.
        La vagina es poderosa y encendida, siente habla lucha se defiende, pare goza ama junto al cuerpo y a la mente de su dueña.
        Sabe de masturbarse en nombre de serse y de asquearse en nombre de violaciones.
       Y hasta puede reírse de sí misma y seducirse, mientras que por fin de eso se hable y se le quite la falsa excusa del pudor
       El pudor pasa por como somos ante las cosas sin escondernos ni tampoco libertinarnos gratuitamente
      
       Este aposento dentro de mi cuerpo, guarda los secretos de mujer aprendizaje, de meiga cautivante, de acoplada con el hombre que logró abrir las puertas de mi laberinto.
       Despertó al te amo y plació repitiéndolo. Y sagradamente me bautizó madre.

      Soy una Eva más, despojada de los pecados inventados, poseedora de la trastienda que ceremonia mis mantos de mujer tierra y agua.