domingo, 19 de abril de 2009

Sublevación





Su bolsa brilla. En la corriente de la calle es como si llevara colgando marquesinas que la alertan hacia adentro.

Ahí entre el hueco de los huesos y la carne, la fiesta es íntima de libertades. Lleva cordones de parto e himen furtivo, primeras papillas y fuentes de plaza; un boleto tragado de viajes, un asco odiado de intervalos lacerantes y algunas bienvenidas de sabores rojos.

Afuera el contenido está en la bolsa, una flor de naranjo y una cría felina. Ya está en la selva infinita y ella acaba de crecer dentro de la alforja. Parida por los sueños allá adentro.

Sale del morral, negra, al acecho, pantera que enarbola utopía.

Cuidado. Va por las inconstancias y las exclusiones.


lunes, 13 de abril de 2009

mágico y caduco












Lo que gusten. Dijo la vieja bruja, así la llamaban con la ternura y el respeto de los que la sabían. Epifania de las Casas era libre y era luz, estaba en el bosquecito cerca del río desde hacía poco.

Una pareja con los años frescos le había preguntado si podían recoger hierbas. Sí el verde es de todos, nada aquí está en el riesgo de la oferta y la demanda. Por eso las flores son libres como el poema y la arcilla que amaso.

Vino un día, de aquella urbanidad híbrida sin nombres ni saludos. Con el trabajo a cuestas devenido en jubilación y nietos, la garganta apretada del adiós del amor, de los años perversos, de la indiferencia y los golpes del mundo derecho pero al revés.

Ahí conservaba el aliento izquierdo pero de pié, en los mismos tumbos personales de la ciudad; pero de cara a la fusión de follaje y agua, al movimiento de sus huesos al amparo de una luna que siempre le ponía nombre del abrazo que la contuvo en viceversa. Pero la conmoción de los ruidos de la noche y los cantos del día; junto a voces de sangre, pinturas y barro, eran como el aroma de sus artemisas, de semillas de roble donde alimentarse, o piedras de agua para bañarse desnuda y olvidar la casa, las veredas, la rutina en las garras del águila del gran buenos Aires.

Entonces se borraron las pesadillas y una ventana de aguas y de fuegos eran su mañana.

No le sobraba nada, escaseaban algunos deseos céntricos; y nada podía faltar si el día era demasiado corto. Sí, se dice ahora, faltabas vos corazón; pero te he asumido lejos (tu elección y mi razón).

Pasaron siete días, hoy marzo nueve, Epifania no usó despedidas sólo confirmó en regreso que los recreos como las pesadillas y el amor; se marcan a huella firme pero también terminan, en cíclica posible de repetición y vuelta. Quizás, como la muerte.




imagen: Xochimilco de M de Calvo


viernes, 3 de abril de 2009

Precavida




Se alejó sin soltar su vaso de agua. Era imprescindible para ella. Guardaba en él, las noches de lágrimas, los sudores de cópula y los flujos de parto.

Cuando María estaba a punto de pisar su abismo, el vaso la salvaba. Esa pisada, hoy, era uno de esos momentos. La avenida por la que deambulaba yerma, infartó de locura y un auto descontrolado se disparó hacia ella en cobro de presa.

El vaso no se derramó en el impacto; sogas de lágrimas crearon marea, gemidos de orgasmo flotaron su pubis y en un jadeo súbito sobre el auto destrozado, parió otro vaso de agua; reforzando su vida y ahogando su muerte.