
Como pisando calma llegó a la casa, toda puertaventana abierta y sal en el viento. Ya no traía la furia en que se había ido, ante una llave interna que no giró. Su mujer en la cocina, era un desconcierto bajabrazos, intentaba apenas inventar una ensalada; entre rodajas de tomate ponía silencio y en plumas se asentaban los trozos de lechuga como si quisieran mezclarse en la displicente caída hacia las entrañas de las causas.
El se acodó en la escena, sintió que no era el espectador de allá afuera, ante la toma presenciada en la playa. Un asombro espeso le puso pesas al cuerpo y aspas a su pensamiento. No podía reaccionar a nada, sólo sentía que aquellas agujas de pino que pisara lejos, se le llovían clavándoseles encima, disparadas desde la cocina; no por rencor, no por palabras sólo por la enorme lágrima que veía encerrando a Ema, y que llegando al piso se hacía hilo de perder, de descoser, de correr hasta sus pies diciendo: mi cuerpo no tiene doble que camine, me escalofría un revoque del negarme, me refloja entregarme. Y mi génesis no se abotona, no evoca ni se convoca, no se sublima.
De pronto como si ese dolor sentido por las agujas de pino y el susurro húmedo del hilo que sintió laguna, revelación, reintento; dio pasos,
Se paró detrás de ella y fue diciendo playa a playa, pinar a pinos, su mar y espía. Habló de su fantasía casi exigiendo que aquella pareja le diera el acto erótico que sorprendentemente había esperado ( Teo admitió aquí, que en la realidad no era su forma de abordarla a ella). Contó su decepción ante lo que vio, tan burdo, tan sucio de secuencia barata, y todo lo que se miró a si mismo.
Luego las moscas coladas por las ventanas llenaron el silencio denso, reflexivo, que cayó después.
Ema giró luego de pasados años de tres minutos. Encajó sus ojos en Teo, con un mensaje sin voz pero que tapó el ruido de las moscas.
Como fusión de recibido, él rescató un dedo de la mano caída de ella, le habló al sentido, le abrió a su propio tacto; y un golpe de venda caída, de deseo en una sola célula de su palma lo acercó a la de ella, vibró; respondió la corriente e iniciaron su propia espía. Solamente acercándose a sus costados sin casi rozarse pero cargando un encuentro desde otro escenario plagando deseos en dos.
imagen: giant brain key hole