
Un poco más. Gritaba Micaela con su vientre blanco.
Mucho calor y la protesta comenzaba a quitarse remeras y pudores.
Resistían. Entre empujones. Qué importaban mujeres en corpiño y hombres de torso desnudo. Valía el corte de la ruta, el impedir que siga la minera a cielo abierto, a venas de cianuro filtrándose en el agua rematándola y muriendo en bocas explotadas la montaña.
El pueblo morirá con ellos dentro, con sus bocas también abiertas por un hambre tóxico. Resisten la represión. Resisten por respetarse. Por preservar.
Por ser ellos y uno la piedra, los montes, los pájaros, el río, sus hijos y el puro viento.
La mayoría son de tez oscura y curtidos por el sol, la altura y el jornal en cada surco. Parecen al sacarse las ropas, pintados de lucha. Blanco en la parte del cuerpo que nunca se solea. Ahora se juegan en la intemperie, ante la intemperie de quienes resuelven,adjudican, permisionan. Parecen fantasmas del pasado, que se levantan de sus antigales andinos.
Vienen como entonces a demandar lo suyo. Las voces aumentan a la par, estos los del corte, aquellos los ancestros; reclaman conservar la mística
tierra, que como hermanos, se dan de comer mutuamente y aún les pertenece. Todos saben cuidar.
Un suelo de tumulto, un tumulto de humanos en el suelo, gases, disparos , detenciones.
Un poco más grita Micaela. Y ya los amontonan en un carro policial… No les daremos la licencia social para seguir…mascullan entre dientes dejando como un golpe regueros de esa frase haciendo eco en la montaña.
Abuela. Abuelo. Hincada ante la luna Micaela convoca.
Esa noche una hilada de tribus originarias, íntegras invulnerables; descienden del camino del inca, ascienden desde los valles calchaquíes. Intactas, aún no conocen la conquista ni la voz del evangelio; que arrinconen sus predios, su cultura y sus creencias. Parados frente a los socavones estallados, el Círculo. Bajo la luna silenciosa emerge pachamama.
Todo se cierra entre brumas. Los camiones de explosivos como una caravana de marionetas del futuro alzan vuelo.
A la mañana siguiente, todo es estupor mientras son liberados los manifestantes. El entorno geográfico aparece tan virgen como siglos atrás. Las autoridades centrales de la provincia junto a los foráneos dueños del usufructo, no logran explicar que hacen los camiones de una mina que no existe, posados en el techo del edificio de la gobernación; temblando a punto de explotar.
Micaela se extiende sobre la tierra y agradece.