domingo, 25 de enero de 2009

Alergias de bolero








El muelle sostenía una impúdica luz oscura. Las maderas gastadas, una hilera chocolate, desasosegada hacia el abismo de las aguas. Ema frente a él era sólo una hembra lamiendo sus heridas. Cuántas veces recorrió ese muelle. Pomposa en moños, protegida de las manos de su padre. En celo, en marcas de sus garras, por amor o por defensa; con letras de boleros. Preñada casi en tenue movimiento con su vientre. Madre animal limitando territorio.

Ajena, ahora al viento y al adiós con Agustín. Había vuelto a visitar los rastros que el muelle le ha guardado. Su historia se mece ante la flojera de estructura. Canta casi en danza con el río. Cantan las ranas. ¿”Se revientan los sapos de amor?”. La realidad no es superflua, es sucesión.

Suena un clic de su cámara fotográfica y el animal, que dormía dentro de ella, revienta también junto al sonido. Quedan las huellas y la foto, ligadas a un río que nunca acaba de vivir.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuantas heridas despiertan las letras de bolero.

mabel casas dijo...

gracias colombina
por leer
y si huellas dejan
cicatrices
y vibraciones de cuerpos bellas también
muchos besos