lunes, 24 de mayo de 2010

Devolucionarias








Clavo y canela. Jengibre y romero. Inés llevaba su grito en la feria. La devolucionaria aún no sabía que lo era.

Romualdo saltaba entre los puestos, ligero, ágil, casi patas de gamo en un prado de verduras, frutos y corrales de gallinas, Necesitaba como cada día estar cerca de esa mujer, dulce olor de especies. Él desconocía su valor, no se sabía hurtador y menos mensajero devolucionario.

Esa ciudad latinoamericana, no aceptaba el esfuerzo de los pobres por el pan. Nada de ferias decía el dictador, ahí se enciende, más que un horno de barro; es la curtiembre de la rebeldía, si se juntan, hablan; no cocinan pasteles. Aprenden del otro los ingredientes de hacerle a la libertad. Destruyan los pregones, los tablones donde ofrecen sus huertas. Acallen el murmullo, siembren miedo entre los corderos antes que el juntarse al cabo de la calle, los convierta en lobos defendiéndose. Maten a los protestones, esos son carne fresca para el fuego que puede dejarnos sin leña de predominio.

La ciudad no adivinó que sería caos.

El de las órdenes, soberbio, no se vio fuera de juego.

El mercado de los paisanos, gestaba sin fin ni a sabiendas, una trinchera de rebeldes. No lo era, ni sabía, que lo harían muerto y sepultado entre destrozos, a causa de la turba milicada y entonces sí, sería.

En el instante del revuelto, Inés se tomó de sus clavos y canelas, tropezó con Romualdo calabaza en mano a título de protegerse, extraída de un puesto en la corrida. Enlazados con otros corrieron a las afueras, un lugar entre ruinas precolombinas los escondió por un rato.

Nació la devolucionaria, la resistencia. La manada de corderos al grito de Inés, fue clavo y canela. Clavos para quién procesa, destruye, odia; fajándolos en cruces de la nada. Canela para aromar nuestra desesperación y muerte. Porque muchos no podremos sacarnos las balas y muchos en la lágrima iremos adelante, con la energía del dulzor de la canela.

La selva quieta , inocente, ocupando geografía, cerrando espeso hacia el sur del territorio, no sabia, ella tan plácida, verde, agua canto de pájaros; nunca cruzada por las voces del humano, que sería vida para contenerlos. Fue campamento, cárcel, movimiento, reducto intrincado de fusiles, rabia ardiendo en las manos de aquellos del mercado; poniendo la base de ser selva gestora del caos que la ciudad conservadora no esperaba, por los cambios que se hacían urgencia.

Ni ellos, ni el tirano y sus chupacalzones, ni los ambiciosos de las casas señoriales, sabían aún si el movimiento “Clavo y canela” sería el cambio con claveles, la devolución deseada, o la muerte entre medio de esa diosa pachamama que llamaban selva

2 comentarios:

COLOMBINA dijo...

HOY QUEDAN POCAS SELVAS DONDE REFUGIARSE. CORTARON LOS ÁRBOLES QUE NOS DAN LA VIDA, PARA HACER PAPEL... JUNTAR DINERO, SEMBRAR EL MIEDO...

mabel casas dijo...

tenés razón colombina

luchemos por ello

busquemos algún refugio sustentable que nos haga bien
besos