domingo, 24 de junio de 2007

Los originarios



Una contusión a veces anuncia llegada.
El piso ardía con el sol de febrero, el cuadrado mal trazado, decía ser plaza.
Un aire despoblado yacía entre caserío asentamiento.

Los ambulantes sudaban porque no eran de los que deambulan un ocio, buscando sombra. Con los flecos del orgullo ellos se decían vendedores. Era domingo llegaban a pié con hombros ignorados por tanto bulto a la espalda. Una bolsa extendida y el apuro de esparcir sus armas de guerra simple, esa que se pegaban cada día por algo parecido a sobrevivir.
De a poco los colores pintaban surrealismo, envidia de Dalí si bajara al valle. Tomates, frutos dulces, calabazas, semillas, flores, bordados de lana, lanas de telares, telares en ponchos. Mezcla, gritos oferta adagio, que va subiendo el coral del altiplano.
La compra, trajín, regateo y trueque. Que mi moneda de tanta leña cortada en el monte y la mía espumando río vale (las crías deben comer toda la semana con el estire de lo que compre esta moneda).

Ahí fue la coalición.

Un hombre va viene, que entrega albahaca apila papas vocea menta de orilla del cerro, cuida de moscas las corre a soplidos ¡ con las reliquias de sus barros no!.
Una mujer, lavandera, gurises tres; sin marido de coraje que se le quedara apechugando juntos; apura (¿por qué los domingos tantos cumpas exigen la ropa lista pa` la tarde? y sino se cumple no hay paga). Corría buscando mandarinas cebolla y un poco de albahaca.( huy que sin harina no tiene el tortón del desayuno de los lunes y cada día hasta que vuelva el domingo) Recuerda y compra.

Y se produjo. Se toparon, se odiaron con los ojos en inicio, se temblaron en las manos al apoyo mutuo por levantarse. Alguna excusa, una queja ¿pucha, no me vio?, una mirada; un vínculo cruzándose y la incomprensión de un sentimiento improvisado qué les jugaba dentro, trajo dos perdones casi en dúo de sus voces.
Mientras separaban verduras de ropa pulcra y sacudían frutas de entre el jabón. Se presentó él: me llamo Uña de Tierra, soy medio arisco sabe ( pa` moverme digo) me voy vengo afanado por la venta y usted que anda medio distraída mi querida señora Mano de blanco ;la anombro así porque veo que viene húmeda del río.
Así fue que el contó no saber si lo llamaron alguna vez de otro modo, nació limpiando surcos, haciendo hoyo pa` semilla. Nada es más horizonte llegado que andar metiendo uñas en la tierra y sentirla, agradecerle. Después todo lo germina.
Frente a frente, ni sombra hacían, el sol rechinaba mediodía a sus cabezas. El orden del lienzo acuarelado en frutos por el piso y el atado níveo en el regazo; brillaban humildes, mudos; algo estaba sucediendo. Tanta quietud y tanta prisa antes.
A mi, dijo la dueña del aroma soleado, me han sobrenombreado fiero por tantas rondas de mi vida que ya ni la memoria me guarda el de nacimiento. Me presento entonces con su bautizo: Mano de blanco, gracias, ese me viste y anombra como un frescor de leche y menta en el decirlo.

El calor, el domingo, la hora, la gente ya huía tras sus mismas huellas en busca de sombra pan, descanso ganado.
Recogieron sus pertenencias: trastos y nombres; comenzaron a regresar.
Había en el vapor de las ropas y cuerpos, un aroma de haberse emparentado, presagiando guisada con albahaca y camisa limpia. Bajo mismo techo cercano al río.


2 comentarios:

FiNi dijo...

me anoto para la guisada con albahaca, y como siempre a camisa limpia.
me gusta leerte Mabel, magníficos relatos que nos traen recuerdos o al menos nos hacen desear estar allí.
un beso y pedaleos inFINItos.
Fini

mabel casas dijo...

gracias fini

si ,tus recuerdos han de ser similares a los míos
guisa y camisa
que más?
cariños