domingo, 1 de febrero de 2009

Clericó















Era una plaza y Defensa. Tres tiempos concibiendo en vistas cuerpos formas.

.Iban. Venían. Cientos de hormigas multiplicadas o las mismas, repitiendo camino humanos cargas. Cargas ya cortadas, diligenciadas hechas madre y caños, baúles pesando curiosidad y misterio, un banco un termo. Pilas apiladas cubriendo veredas estrechas. Colas de espera sin número al mejor postor de llegada. Cuatro de la madrugada y domingo, brillaba el empedrado, algunas sillas, mesas, para soles humedades y sombras se cerraban; algún café con crema todavía un raro bar servía. Temprano con el día abrirían esas colas apiñadas la feria de San Telmo. Y ese ramal del tiempo de artesanos, con ropas, oriundidades y precisos gestos, seguiría laburando en hormiguero.

Los sentados. En rezago, eran otro desvío; otro presente desigual matando luna, algún sorry cargando alientos de botella. Viajes al fin del sur. Nosotros pájaros del zoo sin cristal, ellos eurodólares sin condicionamiento; perdidos sin embargo en la plaza que vestía desparramos y apurados.

La calle, callejón, estrechito, costadero, era el tercer estado real y en retumbe. Fantasmas ungidos en candombe de fiebre amarilla en homenaje, identidades de otro siglo en carne hueso; hoy. Decían hago música existo, extiéndase al resto, oigan; viven aquí en esta mezcla de frutos con alcohol, de hormigas, de extranjeros y latinos, en nocturno cerrado buscando el tesoro perdido del cofre de Pandora; del cuenco afro asiático, y la vasija negociada por la fiesta colombina y feroz.


Un clericó, eso era el cuadrado derivado en Dorrego plaza; frutos dulces, alta graduación y sonoro viento fresco. Yo y vos más extranjeros que la cófrade turista. Quienes éramos? Café con crema invadidos de humo marihuana, un escape a la vida de rutina, olores de inmigrantes ancestrales, o un pedazo salido de algún tango?

Un presente, tres, uniendo lo que fuimos que no somos; pero estamos hasta que seremos o dejemos? O Noche y Julián que por fin reventaron la pared de su jaula de ladrillos y salieron a mezclarse con la gente ese domingo enero diez de un dosmilnueve?


Me quedo con tu mano, regresemos a casa. Nunca más a la pared.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

"...solamente escuche luego, el murmullo del suelo que pisa,..."
algo por el estilo advertí en tus cuentos, un murmullo que pisa con serenidad y a la vez con firmeza, con palabras puestas no al azar, sino todo lo contrario, con una belleza muy íntima, eso me pareció al menos,
un placer recorrer tus textos, Mabel

mabel casas dijo...

mario
gracias por allegarte a conocer estas orillas de la cuentera
y dejar tremendas palabras
que me acercan a la forma que necesito escribir, no podría de otra
cariños